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Pinta en las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes - Foto: Foto: Fernanda Rojas/ObturadorMx

Patriarcado/y V

Quinta parte: ¿qué hacer?; este texto fue publicado originalmente por la agencia alainet.org, sitio de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI); contenidos sobre DH, igualdad de género y participación ciudadana

Por: Marcelo Colussi, Visitas: 685

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Quizá puede enfocarse la tarea no pensando en una nueva masculinidad más "humanizada", más "suave", sino, siendo más amplios, considerando y proponiendo nuevas relaciones humanas. Ello no sólo porque los varones deben ser "bondadosos" y no maltratar a las mujeres (aunque suene cínico, o absurdo, dicho así).

Se trata de construir una nueva sociedad que replantee la idea de poder. ¿O habrá que pensar que estamos condenados al bastón de mando masculino? De hecho, si bien son muy contados casos en el mundo, también hay sociedades donde el género masculino no detenta el poder (los Minangkabau en Indonesia, los Mosuo en el Tíbet, etc.), donde hay otras formas de "armar" la sociedad.

Si el poder masculinizante dio como resultado en el mundo esta catástrofe que tenemos actualmente, con sus interminables "conquistas" y violencia generalizada llevándose todo por delante, es hora de empezar a pensar en una crítica radical de ese paradigma machista y patriarcal que está a su base.

Determinar qué es primero, si la propiedad privada o el patriarcado, es intrascendente para este análisis (el Estado, sin dudas, es posterior, porque viene a legitimar la asimetría de poseedor y desposeído, "legalizando" el hecho ya dado). Lo importante es entender que se construyó un mundo basado en esa forma, en ese arquetipo: uno más poderoso (que de momento ha sido el macho dominante) manda; otro, más débil y sumiso, obedece. Eso se mantiene a sangre y fuego; intentar cambiarlo es promover la reacción más violenta y brutal (eso es el Estado justamente: la violencia de clase organizada, la violencia de quienes detentan el poder –podría decirse también: del género masculino sobre el femenino–. ¿Qué otra cosa significa si no el citado mensaje papal?). Pero de lo que se trata ahora, parafraseando a Marx en su Tesis XI sobre Feuerbach, no es sólo de interpretar todo esto, sino de transformarlo.

De continuar por ese lado, con ese patrón dominante, tenemos la destrucción de la especie asegurada, y seguramente también del planeta. Dato interesante: de activarse simultáneamente todo el potencial nuclear bélico que hay sobre el planeta en estos momentos, la Tierra estallaría, no quedaría ni rastro alguno de forma viva y los efectos que provocaría la explosión llegarían hasta la órbita de Plutón, dañando severamente a Marte y Júpiter. Proeza técnica, sin dudas (si es que así se le puede llamar). Pero ese ímpetu destructivo, esa arrogancia arrolladora (¡muy machista!) no sirve para lograr un mundo más equilibrado, no pudiendo resolver problemas ancestrales como el hambre, o la conflictividad entre pares (continúa el racismo, el machismo, la competencia descarnada, los embarazos no deseados y las violaciones sexuales). El "éxito" sigue concibiéndose como destrucción del otro, ser más que el otro. Es evidente que, falocentrismo por medio, "el tamaño sí importa". La solidaridad, más allá de las solemnes declaraciones políticamente correctas, sigue esperando su turno: ganar, triunfar, es siempre "cogerse" al otro (muy masculinamente, por cierto).

¿Se terminarían todas esas aberraciones, injusticias y mezquindades con un planteamiento alternativo, no machista? ¿Cómo encaja ahí lo de "nuevas masculinidades"? No lo sabemos, pero vale la pena intentarlo. Aunque, siendo rigurosos, no es sólo una nueva masculinidad sino una nueva forma de establecer las relaciones entre seres humanos. Decía Gabriel García Márquez (The Time Magazine Special Issue Millennium, octubre de 1992, Vol. 140, N° 27): "Lo único realmente nuevo que podría intentarse para salvar la Humanidad en el Siglo XXI es que las mujeres asuman el manejo del mundo. La Humanidad está condenada a desaparecer en el Siglo XXI por la degradación del medio ambiente. El poder masculino ha demostrado que no podrá impedirlo, por su incapacidad para sobreponerse a sus intereses. Para la mujer, en cambio, la preservación del medio ambiente es una vocación genética. Es apenas un ejemplo. Pero aunque sólo fuera por eso, la inversión de poderes es de vida o muerte".

En sentido estricto, quizá no se trate de invertir los poderes, tal como reclama el insigne colombiano, sino de plantear una nueva forma de relacionamiento. O si se quiere decir de otro modo: es necesario reformular la noción misma de poder, de ejercicio de poder.

¿Por qué no ser machistas? No porque la llamada nueva masculinidad invite a los varones a "ser buenos" con las mujeres. O, al menos, no sólo por eso. ¡No debemos ser machistas por una elemental necesidad de preservar la vida! ..., aunque para los varones aparentemente resulte un beneficio ser servidos. El modelo violento, arrasador, conquistador a que da lugar ese esquema viril, si bien pueda deparar presuntos beneficios para el macho atendido servilmente por "sus" mujeres, en definitiva es el preámbulo de otras formas de violencia, es decir: de nuestro actual mundo basado en la injusticia, la impunidad, la corrupción, el chantaje y, cuando sea necesario, la eliminación del otro.

Mientras no se considere seriamente el tema de las exclusiones –todas, no sólo las económicas, también las de género al igual que las étnicas– no habrá posibilidades de construir un mundo más equilibrado. El materialismo histórico en su desarrollo teórico, así como las experiencias socialistas habidas durante el siglo XX, maravillosas en muchos sentidos –y ahí sigue Cuba resistiendo los ataques, con indicadores socio-económicos superiores a muchas potencias capitalistas, por ejemplo– deben aún profundizar en estos aspectos poco tenidos en cuenta: la explotación no es solo la de clase (fundamental, sin dudas). También lo es el patriarcado. Más aún: el patriarcado como construcción cultural posibilita seguir reproduciendo la explotación de clase.

Dicho en otros términos: el falocentrismo del que todos somos representantes, el modelo de desarrollo social que en torno a él se ha edificado –bélico, autoritario, centrado en el ganador y marginador del perdedor– no ofrece mayores posibilidades de justicia.

Trabajar en pro de los derechos de género es una forma de apuntalar la construcción de la equidad, de la justicia. Eso no es sólo una tarea de las mujeres. ¡Es un trabajo político-social-ideológico de todas y todos por igual! Y sin justicia no puede haber paz ni desarrollo, aunque se ganen guerras y se conquiste la naturaleza.

 

Bibliografía del texto completo

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* Marcelo Colussi. Analista político e investigador social, autor del libro Ensayos.

 

 

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