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Estoy seguro que a nadie tomo por sorpresa al afirmar como punto de partida de este texto que hoy el ambiente socio-político en México está profundamente enrarecido.

Enrarecimiento que no se ha hecho presente por generación espontánea, antes, al contrario, ha tenido un proceso de gestación, desarrollo y maduración del orden de tres décadas.

Tres décadas en las que como sociedad hemos tenido comportamientos muy erráticos caracterizados la mayor parte de ellos por visiones egoístas de corto plazo que han dejado al garete una visión de futuro compartida y cohesionaste en la que, como lo expresaron los Zapatistas desde su irrupción en la escena publica el 1° de enero de 1994, cupieran todos los mundos posibles.

No se trata por supuesto de aspirar a un México homogéneo en el que se viva la diversidad como distrofia o enfermedad, sino todo lo contrario, un México en el que lo diverso y plural es gozosamente vivido y celebrado y que se empeña en darse las normas, los procedimientos y las instituciones para procesar con seriedad y generosidad sus diferencias.

Y precisamente cuando afirmo que hoy el ambiente socio – político en México está profundamente enrarecido a lo que me refiero es a que en la disputa política cotidiana estamos muy lejos de ocuparnos de abonar un suelo en el que germine el México con paz, justicia y dignidad que nos merecemos, pero sobre todo se merecen las generaciones venideras.

Y porque de lo que se trata es de abonar un suelo en el que la democracia como forma de gobierno amen de germinar,  de frutos,  me ha llamado mucho la atención el artículo de Jorge Zepeda Paterson del 29 de abril del 2021 titulado: AMLO,el demócrata camuflado, el cual inicia con la siguiente afirmación: “Contra lo que se piensa, sostengo que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un demócrata, aun cuando sea un demócrata camuflado.”

La pregunta que me formula es sobre él porque quien hoy está al frente del poder ejecutivo se tiene que camuflar para mostrarse ante la nación.

Los argumentos que expone Zepeda me parecen francamente débiles y hasta pueriles y más que darme elementos para reconocer a AMLO como un demócrata camuflado, me da elementos para reconocer a un titular del ejecutivo cobarde e incapaz de asumir el liderazgo que las circunstancias le exigen.

Son muchas las plumas que han subrayado con vehemencia el que AMLO gana la elección del 2018 de la manera en la que la gano porque un número importante de votantes depositaron en él la esperanza de que conduciría una transformación efectiva en la que el piso estaría más parejo para todos.

En este contexto el artículo de Héctor Aguilar Camín del 29 de abril del 2021 titulado: Omelettes y gobierno, me parece impecable y contundente y deja en claro que AMLO no es un demócrata camuflado, es un cobarde ladino al que la posición de poder en la que se encuentra ha puesto en evidencia, más temprano que tarde, en su nivel de incompetencia.

Lo que con el paso del tiempo tendremos que ir develando es quienes son los beneficiarios directos de este desastre, de este darle cuerda a AMLO y permitirle que se comporte como chiva loca en cristalería y deje de lado el ejercicio de un liderazgo generoso y con visión de Estado.

Ciertamente un líder demócrata, no camuflado como Zepeda ve a AMLO, en una circunstancia de enrarecimiento político como la que se vive hoy en México comprometería todo su capital político en el desactivar ese enrarecimiento mediante el fortalecimiento del Estado y de todo el entramado institucional que le dan coherencia y sentido.

AMLO le rehúye a ese rol y prefiere ser el que le sopla al anafre, camuflado o encuerado, poco importa.

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