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Un perro ladra en un vecindario afectado por los incendios en Los Ángeles - Foto: Especial

Una extraña enemiga: Las mansiones lloradas

Aborda la tragedia de los incendios en Los Ángeles y cómo se habla de las mansiones de los famosos, más que de los temas importantes

Por: Adriana Figueroa Muñoz Ledo, Visitas: 3061

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Como seguramente ya sabes, en los últimos días la ciudad de Los Ángeles, California, ha ocupado las primeras planas alrededor del mundo debido a los terribles incendios forestales que han azotado la zona y la dificultad de contenerlos debido a los fuertes vientos y la sequía de la zona. Como resultado, se contabilizan ya pérdidas humanas, así como de flora y fauna, sin embargo, las pérdidas que destacan en la narrativa mediática son, principalmente, las residencias de famosos valuadas en millones de dólares consumidas por el fuego.

En su libro “Marcos de guerra: las vidas lloradas”, la filósofa norteamericana Judith Butler aborda la cuestión de que no todas las vidas son igualmente valoradas tanto en las  estructuras sociales como en las políticas actuales. Para dar cuenta de esta diferencia, Butler señala cómo algunas vidas son lloradas cuando se pierden y otras no, lo que evidencia una jerarquía de valor humano. Estas vidas, las vidas “llorables”, son vidas que, en vida, han adquirido el estatus de vida humana digna. Es como cuando empleamos la frase “esto no es vida” para señalar condiciones de vida que consideramos no dignas, no vivibles. En ese sentido, las vidas que resultan llorables son aquellas que, dentro del marco hegemónico, se consideran que viven dignamente, haciendo que su pérdida sea considerada como eso, como una pérdida. Las vidas que “no son vida”, dígase aquellas que viven en pobreza, marginación, violencia, entre otras, al perderse, difícilmente serán lloradas socialmente, a menos que conserven alguna cualidad valorada. Desde el punto de vista de estas normas dominantes, no son reconocidas como plenamente humanas, lo que implica que su pérdida no genera el mismo duelo público. En ese sentido, la raza, la nacionalidad, el estatus migratorio, el género, la clase social o la orientación sexual son factores importantes a la hora de definir cuál vida es llorable y cuál no.

Hasta el día de ayer, 12 de enero, por la mañana se reportaba la cifra oficial de 16 víctimas humanas mortales, además de miles de hectáreas arrasadas y cientos de vidas de fauna silvestre perdidas. Sin embargo, estas pérdidas difícilmente adquieren nombre y rostro, más bien quedan en el anonimato que brindan las cifras.

Claro que los ricos también lloran –y tienen derecho–, pero llorar se define por la experiencia individual de que, como seres sintientes, sufrimos frente la pérdida de aquello que apreciamos; en contraparte, el hecho de que algunas vidas –como es el caso de las celebridades adineradas de Hollywood– resulten más llorables, atiende a que social y políticamente son más apreciadas, son consideradas más humanas.

 

Fuentes:

Butler, J. (2010). Marcos de guerra: las vidas lloradas. Ministerio Público do Estado da Bahía.

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