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¿Todos, o casi todos los días sientes que el tiempo no te alcanza? ¿Es usual que un motivo por el que no haces lo que deseas o necesitas es “porque no tienes tiempo”?

Bueno, esta condición en la que sistemáticamente te falta tiempo para dedicar a las actividades que te agradan o que son importantes denota que experimentas un tipo de pobreza: pobreza de tiempo.

Pero ojo: al igual que es inexacto decir que porque no tienes dinero para comprarte un auto último modelo eres pobre económicamente, también es inexacto decir que porque no tienes tiempo para dormir 10 horas al día o porque este fin de semana en particular no tuviste tiempo para salir de fiesta, eres pobre de tiempo. ¿Qué significa esto?, que al igual que con la pobreza meramente económica, la pobreza de tiempo hace referencia a una condición sistemática, habitual, que descansa sobre desigualdades pre-existentes, al tiempo que las potencializa y genera otras. 

En ese sentido, la pobreza de tiempo también puede definirse, como refieren las investigadoras Aslihan Kes y Hema Swaminathan (citadas por CEPAL, 2009), como la situación en la que una persona tiene tanta carga de trabajo y responsabilidades que su capacidad para decidir cómo usar su tiempo se ve disminuida. Y bueno, una cosa es tener mucho trabajo porque lo decides libremente, y otra porque no te queda de otra, porque si no, no comes.

En consecuencia, la pobreza de tiempo es un indicador del tiempo libre del que dispone una persona, restando el tiempo que destina al trabajo remunerado y al no remunerado. El trabajo no remunerado por excelencia es el trabajo de cuidados que, como te contaba la semana pasada, es desempeñado principalmente por mujeres. Es este grupo poblacional el que alrededor del mundo experimenta mayor pobreza de tiempo; dicha pobreza incrementa entre más bajo sea el estrato social al que se pertenezca. Por tanto, la pobreza de tiempo tiene género, pero también clase. Esto debe subrayarse pues una mujer adinerada dispone de mucho más tiempo del que dispone un hombre precarizado.

La escasez de tiempo tiene múltiples efectos en las vidas de las personas, como contar con poco tiempo disponible para compartir y cuidar de los seres queridos, tiempo para recrearse, para estudiar, para capacitarse, para descansar… por ello, la cantidad de tiempo disponible de una persona está asociado a su probabilidad de movilidad social, así como a su posibilidad de cuidar de otras personas, de sí misma y de su entorno.

En un contexto capitalista de explotación y precariedad, el tiempo constituye un recurso que, como los otros, se distribuye de forma desigual. Está ampliamente estudiado que los estratos sociales bajos son los que más horas laboran al día e invierten más tiempo en desplazarse de sus hogares a sus centros de trabajo. Esto les genera escasez de tiempo para realizar actividades que les permitan mejorar su condición de vida, alimentando con ello un círculo vicioso. 

El tiempo es una categoría que nos ayuda a explicar las desigualdades sociales; también es una coordenada política porque devela que para un grueso de la población, la falta de tiempo no es un tema de mala organización de los individuos, sino un síntoma de una estructura social que propicia la desigualdad. El tiempo también es la propia vida; el tiempo que tenemos, es la vida que nos resta.

Fuentes:

Comisión Económica para América Latina y El Caribe [CEPAL].  (2009). Género, pobreza de tiempo y capacidades en Guatemala: un análisis multifactorial desde una perspectiva económica. CEPAL. Sede Subregional en México.