Tiempos Modernos: Los hombres somos el problema
La masculinidad que se conformó de la mano del colonialismo y el capitalismo a partir de los siglos XVI y XVII, nos ha convertido en potenciales agresores, acosadores, violadores y feminicidas; es momento de cambiar esto y sólo los hombres podemos hacerlo
Por: Jaime Luis Brito, Visitas: 2679
Sostengo que todos los hombres somos potenciales agresores de las mujeres y de otros hombres, somos potenciales acosadores sexuales y potenciales violadores y feminicidas. Porque al final, en las estadísticas, la mayoría de los hombres que cometen esos actos son personas cercanas, muy cercanas a las víctimas: la pareja, el compañero, el amigo, el jefe, el maestro, el padre, el hermano…
No es que lo seamos porque sea nuestra naturaleza, lo somos porque somos producto de un sistema económico que se forjó, según Raewyn Connell, en el momento en que se constituyó la Europa moderna, cuando el colonialismo se extendió hacia América en el siglo XVI y luego, se anquilosó con el capitalismo a partir del siglo XVII.
Connell, socióloga australiana que acuñó el término “masculinidad hegemónica”, asegura que no sólo el género es una categoría para el análisis social, la propia masculinidad sirve para caracterizar el ideal aspiracional de “cómo debe ser un hombre”. Para ello sugiere en el libro que editó la UNAM en 2003, Masculinidades, que es una categoría relacional. Por ello se deben revisar cuatro tipos de relaciones entre los hombres y con las mujeres, a saber:
1) Las relaciones de poder, que somente y controlan a las mujeres y a los hombres menos “masculinos”, que produjeron monstruos como el Estado moderno (“el Estado represor es un macho violador”, gritaron con tanta certidumbre las chilenas y luego por todo el mundo hace un año).
2) Las relaciones de producción, es decir, las que se refieren al trabajo, en la que los hombres salen al ámbito público, mientras las mujeres se quedan en el ámbito doméstico con trabajo no asalariado, además de que el capitalismo trae consigo la acumulación de capital siempre para los hombres.
3) Las relaciones de catexis, es decir, las que se refieren al ámbito de lo afectivo, emocional y sexual. Se revisan las relaciones desiguales en este ámbito, donde el placer no se da de forma equitativa, pues los hombres exigimos disponibilidad incondicional de las mujeres y en nuestros términos; además, socialmente se considera la violación como algo inevitable. “Para qué si visten así”, decimos cuando violan a las mujeres, como si los hombres fuéramos imbéciles incapaces de controlar los impulsos, como si fuera “natural” la agresión, como si las mujeres, las víctimas, tuvieran la culpa de la irracionalidad nuestra.
4) Las relaciones simbólicas, las que se refieren al discurso y a la cultura. Porque como dice Bourdieu, otro sociólogo, éste francés, la violencia simbólica se encuentra detrás de la dominación masculina que termina por convencer a hombres y mujeres de tolerar las condiciones más intolerantes, como la violación y el feminicidio. Por eso, porque el discurso, es decir, el lenguaje, crea la realidad, porque es performativo, es que no es vano el esfuerzo por incluirlas al hablar. Porque no sólo es una moda, es la urgente necesidad de tomarlas en cuenta, para cambiar la cultura que las mata.
Todos los hombres somos potenciales agresores, acosadores, violadores y feminicidas por la cultura en la que fuimos formados, pero somos nosotros y solamente nosotros quienes podemos cambiar la situación. A menos que nuestra masculinidad se reduzca a ser una especie salvaje e ingobernable, tenemos la suficiente capacidad que nos ha dado la evolución biológica y cultural, para terminar con la violencia que mata a las mujeres.
Nosotros, los hombres somos los principales responsables de esto que ocurre. Somos por lo tanto los únicos capaces de cambiar esta situación. Negar esto es ser parte del problema. Este día, 25 de noviembre, es propicio para comenzar. Si no cambiamos nosotros, no importan los caudillos, los medios, las buenas intenciones. El sistema capitalista que nos produjo, nos matará. Porque al final, esta masculinidad nos mata también a nosotros.
jaimeluisbrito@gmail.com
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