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Un vaquero cruza la frontera en silencio. La historia de Gerónimo González Garza, de Diego Enrique Osorno - Foto: Foto: Especial

Platiquemos de libros: En silencio

Un vaquero cruza la frontera en silencio. La historia de Gerónimo González Garza. Diego Enrique Osorno. Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). 1ª edición noviembre, 2011. México.

Por: Carlos Garza Falla, Visitas: 1384

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Me enteré de la existencia de Un vaquero cruza la frontera en silencio. La historia de Gerónimo González Garza cuando a principios del mes de mayo preparé un Platiquemos de Libros dedicado a El valiente ve la muerte solamente una vez y en mi hacerme de información sobre Diego Enrique Osorno me encontré con una versión digital, misma que de inmediato capturé y archive.

En días pasados, depurando el escritorio de la laptop que normalmente utilizo para trabajar, me encontré con la versión de este libro de Diego Enrique Osorno, que había archivado y me puse a leerla.

Desde el principio el libro me atrapó y en una sentada di cuenta de él.

La obra inicia con un texto de agradecimientos en el cual Diego Enrique Osorno platica la invitación que recibió por parte de Valeria Berumen, del Conapred, para contar la historia de su tío Gerónimo González Garza, quien como consecuencia de su discapacidad auditiva fue en su vida víctima de “discriminación multifactorial”.

Acto seguido el lector se encuentra con un texto brillante y lucido de Ricardo Bucio, a manera de presentación. En ese texto Ricardo comenta que “Con este relato, el Conapred inaugura una nueva colección: Crónicas periodísticas, misma que ofrecerá a las y los lectores historias de vida, historias de personas que narran las múltiples formas en que los seres humanos somos afectadas y afectados por la discriminación y los múltiples caminos que creamos para tratar de evadirla, y para intentar seguir respirando y abrazando y esperando, pese a lo que representa ser visto como inferior, como menos, y ser tratado de manera desigual y desventajosa en casi todos los espacios, y durante casi toda la vida”.

Comenta también que “La vida de Gerónimo nos ha sido develada por Diego Enrique Osorno, historia de rechazo y de aceptación, de exclusión, pero también de comunidades y redes que se constituyen en la búsqueda de hacerse un lugar en la sociedad que les deja fuera y que incluso les amenaza, como es el caso de la situación de violencia en la zona noreste del país”. Nos adelanta que el libro contiene una colección de imágenes, fotografías hechas por Rodrigo Vázquez quien acompañó a Diego en el proceso de manufacturación del texto.

Un tercer material preliminar al libro propiamente dicho, es un texto de Herman Bellinghausen Fronteras indecibles, se titula en el que podemos leer apreciaciones como la siguiente: “Osorno es un reportero que donde pone el ojo pone la bala, y lo sabe. Todos sabemos que es uno de los reporteros más vivaces y menos ingenuos de estos oscuros tiempos mexicanos. A su movilidad agrega un pulso literario, periodísticamente contenido. Una curiosidad que en este reportaje de Tío recurre con eficacia a una ironía que no ignora que también de callar se oye, que de morir se vive, que de estar allá se está acá. Una balacera en la flamante comandancia de policía en Los Ramones en julio de 2010, cerca del rancho de Gerónimo, se oyó a varios kilómetros de distancia. Y llegó Guerra. “Hay quien dice que se hicieron mil tiros”, registra Reportero. “Gerónimo no la escuchó”.

Y pues ya en rutados en el camino de conocer por voz de Diego Enrique Osorno, La historia de Gerónimo González Garza; Un vaquero cruza la frontera en silencio el lector va siendo atrapado por un texto organizado en tres partes:

I. Un vaquero cruza la frontera en silencio.

II. El vaquero que no escucha los caballos relinchar. (Rodrigo Vázquez)

III. Habla San Fernando.

Un vaquero cruza la frontera en silencio está conformado por 25 textos breves de esplendida manufactura que van convirtiendo al Tío Gerónimo en un ser entrañable, en un ser admirable, en un ser adorable. Son 25 pinceladas magistralmente trazadas por Diego para convertir al lector en cómplice de su cariño y admiración por su tío y de develación del universo que las personas con discapacidad auditiva se han dado a sí mismas.

Diego Enrique Osorno en algún momento de su narración se apoya en Oliver Saks de quien cita Veo una voz: viaje al mundo de los sordos y nos dice que: “Según la visión de Sacks, “los sordos no se consideran impedidos, sino miembros de una minoría lingüística y cultural que necesitan (y tienen realmente derecho a) estar juntos, ir juntos a clase, aprender en un lenguaje accesible a ellos y vivir en compañía y comunidad con otros que son como ellos”.

Y algo que se cuela en las ultimas pinceladas trazadas por Diego compartiéndonos la historia de su tío Gerónimo es la guerra… sí la guerra que ha hecho del noreste de México un campo de batalla demencial.

“Antes de subirse a Van para continuar el viaje a Monterrey, que ya está a unos cien kilómetros de aquí, Tío prende un cigarro y cuenta del día en que le miró los ojos a Guerra: un convoy con personas armadas pasó junto a él en una brecha perdida cerca de su rancho en Los Ramones. Tío dibuja con la mano en el aire la última letra del abecedario español para decir quiénes eran los del convoy. Ese día iba montado a caballo y ellos no pararon la marcha cuando pasaron junto a él, lo ignoraron por completo. El caballo se levantó un poco, alterado por el paso de las ocho camionetas rompiendo el silencio de Frontera. Seguramente el caballo también hizo un ligero relinchido”; y aquí concluye esta primera parte.

En “El vaquero que no escucha los caballos relinchar”, lo que el lector va a encontrar son 26 fotografías de Rodrigo Vázquez del Tío Gerónimo y su entorno cotidiano.

Y el lector llega así a una tercera parte: “Habla San Fernando” en la que, con una combinación magistral y exquisita, de prosa y poesía Diego Enrique Osorno le da voz a San Fernando y a sus habitantes:

“Me pregunto si soy yo, San Fernando, un punto igualmente estratégico para pasar un mensaje. Si quizá fue por eso que mis migrantes precisamente aquí dejaron su vida y por eso es que yo tengo que cargar con la vergüenza de su muerte. Para que, desde aquí, al pie de esta gran Ruta Panamericana y con ese peso tan grande en mi garganta, yo grite un mensaje, para que lo grite con un grito tan robusto y estruendoso que se propague hacia el norte y hacia el sur, gritando mucho y gritando fuerte, para que el mensaje suene y resuene estridente por toda la gran Ruta Panamericana, para que suene y resuene con ecos desde el Yukón hasta la Patagonia. Gritar hacia el norte, a ustedes mis pudientes vecinos estadunidenses, a ustedes los adinerados que consumen esas drogas cuyo tráfico deja a su paso tanta desgracia ¿Saben ustedes lo que fuman? The weed you smoke is stained with destruction, unspeakable murder and the most horrific rape. Are you listening, Lady Gaga?

A mis prósperos vecinos que fabrican rifles automáticos que aquí en San Fernando matan, ya sé que a ustedes no les importa, pero no se les olvide agregar al peso que porten sus flacas conciencias todos mis muertos de bala, and there you have a real reason to cry, John.

A los legisladores, are you following, Harry?, mis migrantes envían un recordatorio a propósito de armas automáticas, those rifles that your people are sending to us, Barak. Gritar desde aquí a ustedes Los Zetas, los del Golfo y todos los demás de su clase, hacia el norte y hacia el sur, a ustedes, almas de estiércol que defecó el demonio. Ningún animal ejecuta a sus semejantes como ustedes, cobardes, a mi gente y a mis migrantes. Ninguna bestia maltrata a sus hembras como ustedes, perversos, a mis muchachas. Ningún bruto destroza las obras de sus congéneres como ustedes destruyen lo que son incapaces de construir. ¡Ah, los grandes cobardes! Si un ápice de humanidad les queda en algún rincón de su alma miserable, huyan, busquen quizá una iglesia e intenten volver a ser hombres. Sería el único acto de valor del que pudieran alguna vez ufanarse, miren que ir siempre en montones y armados contra la gente de bien es sólo de miedosos apocados como ustedes.

Gritar hacia el sur, hacia esas selvas gloriosas donde por las sombras el sol no quema igual que el mío, sabemos que es bajo las ramas frondosas que se cultivan esas hierbas… ¡Hay tanta pobreza! Pero que sepan los campesinos, por lo menos que sepan que el pan enjuto que traen a sus hijos está lleno de luto.

Gritar aquí a mi gente, a todos los mexicanos de bien, que finalmente somos la mayoría… pero ese grito se los dejo a ustedes. No me dejen solo a mí, San Fernando, con este mensaje tan pesado, no me pidan a mí solo que se los ponga en palabras ¿qué les dicen los migrantes?”

Platiquemos de Un vaquero cruza la frontera en silencio. La historia de Gerónimo González Garza. de Diego Enrique Osorno, ello sin duda enriquecerá nuestra alma.

 

 

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