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Para leer en sesentena: Más sobre Herman Melville

Durante setenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo

Por: José Antonio Lugo, Visitas: 950

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Pocas veces en la historia de la literatura encontramos un autor que haya escrito dos obras maestras, totalmente diferentes entre sí. Es el caso de Herman Melville, autor, a la vez, de Moby Dick y de Bartleby, cuento sobre el que ya hemos hablado en este espacio.

En su juventud, Melville trabajó en el New York State Bank, dirigido por su tío; con su hermano, que tenía un negocio de gorras y pieles; fue agricultor y maestro de escuela, hasta que se enroló en distintos barcos balleneros, de los que desertó, pasando un año en una isla de los mares del Sur. En 1851 escribe Moby Dick, la lucha enloquecida del capitán Ahab contra la ballena blanca. A mitad de la novela, el narrador dice: "Cuando por este encontronazo se vio forzado a volver a casa, y durante largos meses de días y semanas Ahab y la angustia permanecieron tendidos juntos en una hamaca, doblando, en pleno invierno, el sombrío y aullante cabo patagónico, llegó en el momento en que su cuerpo deshecho y su alma espantada sangraron el uno sobre la otra; y tal fusión recíproca lo volvió loco".

Loco se volvió, en efecto, el capitán Ahab y en la lucha del hombre contra la naturaleza perecen él y la ballena. Quizá sea una profecía sombría: el ser humano, en lugar de vivir en armonía con la naturaleza ha intentado apoderarse de ella, y tal vez perezca junto a ella. Ojalá que no.

Antes de emprender el último viaje para encontrar a Moby Dick, el capitán le dice a Starbuck, su contramaestre: "Acércate a mí, Starbuck. Veo a mi esposa y a tu hijo en tus ojos. ¡No bajes al mar conmigo, cuando Ahab, marcado por el Destino, empiece a cazar a Moby Dick!".

El capitán Ahab es la acción personificada y muere en su intento de apropiarse del mundo. Bartleby, en cambio, como si fuera la decepción personificada de Melville -quien terminó siendo un agente aduanero hasta el fin de sus días-, no quiere nada que perturbe con irrupciones no deseadas su lograda y resignada cordura.

Tenemos en Melville los dos extremos y podremos usarlos como reflejo de nuestras propias vidas. De un lado, el impulso por conquistar el mundo -whatever it means-, alcanzar la cima profesionalmente, ganar dinero, viajar, poseer, formar una familia, mantenerse en la cima, ganar dinero, viajar, poseer, quizá hasta formar otra familia... Del lado contrario, estar en paz, vivir en el no apego budista, disfrutar lo poco y no desear lo mucho.

No estoy juzgando, estoy describiendo. No es un camino mejor que el otro. A partir de la nueva conciencia de la pandemia, la pregunta es: ¿de qué lado estamos? ¿En qué lado queremos estar? ¿Del lado de la rapidez y del yang? ¿O del lado de la lentitud, lo receptivo, el ying? Mientras lo pensamos, sigámonos cuidando, por favor.

 

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