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Para leer en ochentena: Carta del desterrado, de Li Po

Durante noventa días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo

Por: José Antonio Lugo, Visitas: 1179

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Ezra Pound fue uno de los poetas estadounidenses más influyentes del siglo XX. Respaldó a James Joyce; vivió en Italia donde apoyó a Musolini, fue recluido en un sanatorio para enfermos mentales -para salvarlo de la muerte por traición a la patria-. Es autor de versiones de poesía china y de Cantares, su obra cumbre. Sus referencias transversales lo vuelven un texto críptico, difícil de traducir y de aprehender.

Li-Po (o Li-Bai) fue el más grande poeta chino de la dinastía Tang. Nació en el año 701 y murió en 762. Se dice que murió al caer al río, tratando de abrazar a la Luna bajo los efectos del alcohol.

Ezra Pound tradujo su "Carta del desterrado. La versión en español es de la poeta Isabel Freire.

Este poema es un homenaje a la amistad. El narrador hace un recuento de su relación con su mejor amigo y, al hacerlo, va repasando la vida de ambos.

Va un fragmento, con dedicatoria a todas mis amigas y amigos. (Sigámonos cuidando).

Carta del desterrado

"A So-Kin de Rakuyo, viejo amigo, gobernador de Gen. / Ahora recuerdo que me edificaste una taberna especial / del lado sur del puente, en Ten-Shin. / Con oro amarillo y joyas blancas pagamos cantos y risas / y antes de que terminara el día / nos esparcimos como estrellas o lluvia. / Yo tenía que seguir mi camino hacia So, lejos, más allá de las aguas, / tú ibas de regreso a tu puente sobre el río.

Y tu padre, bravo como un leopardo, / fue gobernador de Hei Shu y aplacó la gentuza bárbara. / Y un mes de mayo hizo que enviaras por mí / a pesar de la distancia. / Y qué recibimiento: / tazas de jade rojo, platillos bien dispuestos sobre una mesa azul enjoyada, / y yo embriagado, sin acordarme del regreso. / y duraba el placer, con cortesanas, que iban y venían / sin estorbo, / las hojas de los sauces caían como nieve, / y las muchachas pintadas de bermellón se embriagaban / al ponerse el sol, / y el agua, cien pies hacia abajo, reflejaba cejas verdes / y las muchachas cantaban entre sí, / danzando en brocado transparente, / el viento alzaba el canto, interrumpiéndolo, / arrojándolo ligeramente contra las nubes.

Y todo esto llega a su fin. / Y no se le verá de nuevo. / Fui a la corte a ser examinado, / probé la suerte de Layu, ofrecí el canto de Choyo, / Y no obtuve ninguna promoción, / Y regresé a las Montañas del Este / con la cabeza blanca.

Y una vez más, todavía, nos encontramos en la cabeza / de puente del sur. / Y luego se desgranó la concurrencia, tú fuiste hacia el norte / al palacio de San, / y si me preguntas cómo siento esta partida: / es como las flores que caen al terminar la primavera / girando embrolladas, confusas.

De qué sirven las palabras, y no tienen fin las palabras, / no tienen fin las cosas que se tienen en el corazón.

Llamo al muchacho, / lo hago sentarse en cuclillas aquí / para sellar esto, / y mandarlo a mil millas de distancia, pensando".

 

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