

Para leer en cuarentena: XXXIV de XL. Literatura rusa
Durante cuarenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo
Por: José Antonio Lugo, Visitas: 965
Aprovecho el comentario de mi querido amigo Salvador Olvera para recordar libros y autores de la literatura rusa, tan querida para mí como lector.
Pienso en las obras satíricas de Saltykov-Schhedrin, antecesor literario de Nikolái Gógol, autor de Almas muertas y del Diario de un loco, que durante años protagonizó Carlos Ancira los lunes en el Polyforum Cultural Siqueiros. Carlos, tío de mi querido colega escritor Ricardo Ancira y padre de la extraordinaria traductora del ruso y del griego Selma Ancira.
Pienso en Lev Tolstoi y La guerra y la paz, que he estado viendo en Film & arts en una estupenda producción de la BBC... No se la pierdan para ver al conde Pierre Besukhov sobrevivir -¿cómo sobrevive un hombre bueno, en medio de la maldad del mundo?
Recuerdo El Don apacible de Mijaíl Shólojov, que a pesar de ser una novela socialista -publicada por editorial Progreso, que con esas obras mandaba mensajes ideológicos a todo el mundo- era una buena novela.
Pienso, por supuesto, en Pushkin, el extraordinario poeta, el autor de Eugenio Onegin, que luego Tchaikovsky convirtió en ballet. Pushkin escribió: "La luna, lámpara del cielo". Un trío de grandes poetas: Anna Ajmátova, que retrató el horror, Marina Tsvetáyeva, que se suicidó en 1941 y Joseph Brodsky, que vino a México a los encuentros que organizó en los años noventa Octavio Paz.
Recuerdo también a Iván Bunin y sus novelas costumbristas que le hicieron ganar el Premio Nobel de Literatura en 1933 y a Iván Turgueniev, que vivió muchos años en París y fue amigo de Flaubert.
Por supuesto, a Vladimir Nabokov, que empezó escribiendo en ruso y terminó siendo un estilista en inglés, con sus incomparables novelas Lolita y Ada y el ardor.
No podemos dejar pasar a Fiódor Dostoyevsky. ¡Nadie como él para retratar las profundidades del alma humana! Obras como Crimen y castigo, Los hermanos Karamázov y Los demonios forman parte del patrimonio literario de la humanidad.
Andréi Platónov, de quien conozco un par de libros, me parece un cuentista que combina lo mejor de la tradición realista con una ternura conmovedora.
Boris Pasternak ganó el Premio Nobel de LIteratura -y lo rechazó-. Escribió El doctor Zhivago, que protagonizaron Omar Sharif y Julie Christie.
Mijaíl Bulgákov escribió una obra extraordinaria, El maestro y Margarita, que narra la llegada del diablo a Moscú y la historia del Maestro, que está escribiendo una novela sobre Joshua-Ga-Nozri y Poncio Pilatos.
Isák Bábel, su contemporáneo, escribió el libro de cuentos Cosecha Roja y se dice que escribió una novela, que aparentemente se perdió. Murió en un campo de concentración a donde lo mandó Stalin.
Alexander Solyenitzin nos habló de esos horrores en Archipiélago Gulag.
Falta mencionar a uno de los mejores cuentistas de todos los tiempos: Antón Chéjov. (A Elena Titova, quien me dio algunas clases de ruso).
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