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Para leer en cuarentena: XXV de XL. Rubem Fonseca

Durante cuarenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo

Por: José Antonio Lugo, Visitas: 906

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Ayer murió el gran escritor brasileño Rubem Fonseca.

El 7 de enero de 1994 llegué a su departamento, en la calle General Urquiza, en Leblon, Rio de Janeiro, donde murió ayer. Mi amigo Romeo Tello, cuando le comenté que iba a viajar a Brasil para visitar en Sao Paulo a Andrés Ordoñez -hoy director del Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en Madrid- me dijo: ¿Por qué no pasas a Rio de Janeiro a ver a Fonseca de mi parte? No tengo su teléfono, pero te puedo dar la dirección.

En compañía de mi amigo Andrés Albo, tocamos el interfono de su edificio y nos anunciamos como amigos de Romeo Tello. Nos recibió con amabilidad y nos dijo que sólo nos podía conceder media hora y que no daba entrevistas.

Recordemos que en su novela Grandes emociones y pensamientos imperfectos, el protagonista principal, un director de cine cuyo nombre nunca se nos revela, por azares del destino recibe el manuscrito perdido de la única novela de Isak Bábel.

Bábel perteneció a los escritores rusos que decidieron no emigrar (aunque pasó alguna época de su vida en Berlín, como nos recuerda Elías Canetti en La antorcha al oído, el segundo tomo de su autobiografía). Lo cierto es que Bábel fue detenido por Stalin y enviado a un campo de concentración, donde murió.  

Soy un gran admirador de Mijáil Bulgakov, el autor de El maestro y Margarita. En los diarios de su mujer, Elena Serguéevneva Bulgakova, está escrito: "Extraños rumores corren por la ciudad, en el sentido de que Bábel ha sido arrestado". Fonseca nos comentó que no conocía la cita y que: "es muy curioso, ya habían arrestado a Bábel y los Bulgakov no se enteraron hasta esa fecha".

Yo había llevado el libro de la mujer de Bulgakov, editado en francés, porque sabía que sería la puerta que nos abriría el corazón de Fonseca. Y así fue. Se relajó, fue a su biblioteca y nos enseñó un reciente libro suyo de cuentos, traducido al ruso. Además de la novela ya mencionada, destacan en su vasta obra las novelas Agosto, El salvaje de la ópera y El cobrador.

El personaje de esta novela es uno de los más violentos de la literatura negra: "La calle abarrotada de gente. A veces digo para mí, y hasta para afuera ¡Todos me deben algo! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos, casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben". Y así va por la vida asesinando, cobrando a los que -según él- le deben.

Acababa de iniciar la rebelión en Chiapas, unos días antes. Fonseca nos dijo: "Estas cosas ocurren porque todavía hay quien piensa que la miseria es inherente al ser humano, pero no, la miseria no tiene por qué acompañar a los hombres, ni está en su naturaleza, y cuando esto se olvida, tarde o temprano se produce una rebelión".

Nos recomendó donde comer, nos dijo que habíamos venido para alegrarle el día y que le complacía mucho conocer a dos de sus lectores mexicanos.

Hoy lo recuerdo.

(Casi todos los libros de Fonseca están editados por Cal y Arena, de mi amigo Rafael Pérez Gay, muchos de ellos traducidos por Rodolfo Mata y Regina Aida Crespo, también mis amigos).

¡A leer o releer al gran Rubem Fonseca, premio FIL de Guadalajara 2003! ¡Y a seguirnos cuidando, que el virus no sabe de literatura!

 

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