

Para leer en cuarentena: XXIII de XL. Road Dahl
Durante cuarenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo
Por: José Antonio Lugo, Visitas: 1000
Acabo de leer tres libros de Road Dahl. El primero, La medicina de Jorge, es claramente un libro para niños. Jorge, quien no soporta a su abuela, que le hace bullying y lo rechaza, le prepara una medicina llena de todo lo que se encuentra: medicinas del botiquín, aceites y lubricantes para coche, remedios para animales, espuma de afeitar... La abuela al beber ese brebaje comienza a crecer y a crecer, hasta que atraviesa el techo de tejas. Su ambicioso padre se entusiasma y quiere hacerse millonario, pero no logran replicar la receta; por el contrario, la siguiente pócima hace pequeño a quien la bebe. Al final, Jorge se queda con la sensación de que "había tocado con la punta de los dedos el borde un mundo mágico".
El librero, en cambio, es un libro para un público juvenil. Un astuto librero y su mujer, quien es su asistente, ganan miles de libras al escribirle a la familia de quienes acaban de morir que el finado había hecho un pedido de libros pornográficos y que esperaba que le enviaran el cheque correspondiente, lo que todos hacían porque nadie quería saber nada de esos (supuestos) deseos ocultos. Hasta que el finado era invidente y entonces todo se descubre.
El libro de relatos Historias extraordinarias está destinado a un público adulto. Además de relatos de primera calidad, Dahl nos cuenta cómo se inició en el mundo de la literatura.
El famoso autor de Gremlins y de Charlie y la fábrica de chocolate nos cuenta como el gran escritor C.S. Forester (autor de La reina africana, filmada por John Huston), lo busca para pedirle que le relate su experiencia como aviador en la Guerra (no olvidemos que Dahl y Saint-Exupéry fueron pilotos de sus respectivas armadas). Como era difícil para Forester tomar notas mientras comían, Dahl le propuso escribir unas notas para que él las corrigiera y editara. A Forester le parecieron espléndidas, las mandó con el nombre de Dahl a la revista, que le pagó 900 dólares, y así empezó su brillante carrera literaria.
Dice Dahl: "De modo que ya lo saben. Así me hice escritor. De no haber tenido la suerte de conocer a míster Forester, probablemente nunca habría ocurrido. Ahora, transcurridos más de treinta años, sigo afanándome en ello. Para mí lo más difícil e importante de escribir historias inventadas consiste en encontrar el argumento. Un buen argumento es como un sueño. Si no escribes tu sueño al despertar, lo más probable es que lo olvides y nunca vueltas a recordarlo".
Ahora que estamos en cuarentena, es una buena oportunidad para ver la película sobre la fábrica de chocolate y leer o releer a este estupendo escritor: Roald Dahl. (A Olivia Ortega).
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