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Para leer en cuarentena: ¿Qué día es hoy?

Durante cincuenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo

Por: José Antonio Lugo, Visitas: 966

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Uno de los efectos de esta cuarentena es que los días se parecen entre sí. Sucede menos con los que no trabajan por su cuenta, si no hacen home office. Para ellos, el fin de semana sí implica un cambio en las rutinas. Sin embargo, para los que damos consultas o clases utilizando el zoom, no hay mucha diferencia entre un martes o un miércoles.

Cuando Robinson Crusoe llegó a la isla y se enfrentó a la soledad, lo primero que hizo fue marcar con una navaja en un árbol el paso de los días. Sin embargo, a veces la depresión lo vencía y entonces entraba en una nube de muchos días donde perdía la noción del tiempo. Al perderla, estaba a un paso de no ser humano.

Claro, estar neuróticamente pegado al reloj y al calendario tampoco es un ejemplo a seguir. Lo cierto es que los calendarios nos hacen falta, pero cada cultura tiene uno distinto. Para Occidente, estamos en el año 2020 después de Cristo; para los chinos es el año 4,718; para los judíos, el 5780; para los islámicos, el 1441.

En lo que sí hay consenso es en el paso de los días de la semana, que se relacionan con los siete planetas visibles en la antigüedad. El primer día de la semana es el Día del Señor -Domine-, es decir, el domingo; el día de la Luna es el lunes, el de Marte, el martes; el de Mercurio, el miércoles; el de Jove/Júpiter, el jueves; el viernes está dedicado a Venus y el día que hay que descansar -así sigue siendo en la tradición judía-, es el sábado, dedicado a Saturno.

Otros consensos es que, aunque cada religión celebra su año nuevo en distinta fecha, festejamos el primero de enero como el inicio de cada año. Debería de ser el inicio de la primavera, que es cuando se produce una explosión de vida, no el inicio del invierno, que es la última estación del año.

Le debemos esta tradición a las Saturnales, las fiestas dedicadas a Saturno. Cuando llegaba el invierno europeo, y se tenían animales de engorda, había dos opciones: dejar que adelgazaran y quizá murieran o darles granos de la bodega, toda vez que los pastos se iban a congelar. Ambas opciones significaban costos. Era mejor sacrificarlos y salarlos o ahumarlos, para irlos comiendo fríos durante el invierno. Y para prepararse psicológicamente, nada mejor que hacer la última cena del año, un festín, antes del crudo invierno. Ése es el origen de nuestra cena navideña, mucho antes de la aparición del cristianismo, que se sobrepuso a estas fiestas.

Como todos queremos llegar a Navidad -¡y vamos a llegar!-, sigámonos cuidando y no salgamos de casa, si no es indispensable.

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