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Los dos incendios de libros más inhumanos han sido el de la biblioteca de Alejandría y el de los códices mayas, a cargo, en ambos casos, de bárbaros que creían -algunos todavía creen- que su pequeña verdad requiere la destrucción de otras verdades...

Quiero recordar tres grandes novelas. En La campana de Islandia, de Hálldor Laxness, el erudito Arnas Arneus ve cómo se quema su biblioteca, la que ha reunido durante tantas décadas y que contiene los libros más valiosos de la literatura islandesa, las Eddas...

En Farenheit 451, la novela de Ray Bradbury, los bomberos no salvan a los libros del fuego, sino que los condenan. Hasta que uno de ellos, Montag, se rebela...

En Auto de Fe, de Elías Canetti, el erudito sinólogo Peter Kien, cuya cabeza "son" los libros que en ella habitan, se deja abatir por el fuego junto con sus amados volúmenes.

El fuego destruye, renueva y purifica... En la quema de libros, sin embargo, sólo hay destrucción, porque lo que se quema es la memoria, lo que nos constituye como seres humanos.

Hoy, quieren retirar a Lolita de las bibliotecas en Estados Unidos; aquí, hay quienes quieren "purgar" las bibliotecas; autores como Sade, D.H. Lawrence, Bataille o García Ponce volverán a ser quemados en leña verde. El fuego se acerca a las bibliotecas, de nuevo...