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En el Manual de Onomástica de la Literatura, publicado por el Instituto de Investigaciones Filológicas y coordinado por Alberto Vital y Alfredo Barrios, se señala que: "la onomástica es el estudio sistemático de los nombres propios en la vida humana: su utilización, sus implicaciones, su etimología, sus variantes morfológicas y semánticas, sus cambios a lo largo del tiempo".

Todos tenemos un nombre. Quizá también un apodo. Algunos escritores utilizan seudónimo, o crearon su nombre literario a partir de su nombre verdadero, como Yourcenar, nacida Crayencour, o Saramago, que se apellidaba Sousa.

Los heterónimos son nombres falsos adoptados por un autor para atribuirle parte de su producción. En oposición, al autor real se le denomina ortónimo. Juan de Mairena era el heterónimo de Antonio Machado.

Fernando Pessoa creó a Álvaro de Campos -poeta panteísta-, a Álvaro de Campos, poeta futurista, a Ricardo Reis -poeta clásico-, a Bernardo Soares, maestro de la melancolía y a Raphael Baldaya, astrólogo, entre muchos otros.

La diferencia entre heterónimo y seudónimo es que el primero tiene una personalidad diferente de la del poeta ortónimo.

Mi amigo Jorge Rossell, quien lee el café, me pregunta: ¿Cuál es tu nombre? ¿Cómo te gusta que te digan? Amigos lectores de El ensayo de hoy, les pregunto lo mismo. Yo también contesto: José Antonio, me gusta que me digan Pepe Toño, o Luguito.