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El gran naturalista francés Georges Leclerc, conde de Buffon, ejemplo para Diderot y su Enciclopedia y antecesor de Darwin, escribió, para su discurso de ingreso a la Academia Francesa: "Escribir bien es a la vez pensar bien, sentir bien y expresarse bien; es poseer a la vez ingenio, alma y gusto. El estilo es el hombre mismo".

Así es. Hoy, sin embargo, la argumentación ha sido sustituida por la diatriba y la descalificación, la buena prosa se ve amenazada por los "emojis", el pensamiento es amenazado por el lugar común. El gran Flaubert señalaba -nos recuerda Milan Kundera en su discurso al recibir el Premio Jerusalén- que: "la estupidez es la falta de reflexión sobre los lugares comunes". La falta de reflexión comienza por una mala prosa...

Y, sin embargo, allí están el diccionario de María Moliner, el Diccionario de la Real Academia, el Larousse Ilustrado, el Diccionario Oxford -el de la reciente película de Mel Gibson-, el Panhispánico de Dudas -que me regalaron Elisa y Paco-, el curso de Redacción de Vivaldi, Redacción sin dolor de Sandro Cohen, el libro de Beatriz Escalante, el Diccionario de Mexicanismos y tantos más, que intentan llevarnos por el buen camino para no desbarrancarnos en el gazapo, la ambigüedad confusa y la falta de claridad.

No se trata solamente de escribir bien. Pensamos con palabras.

* Director de la editorial El tapiz del Unicornio. Autor de 10 libros. Ganador en 2010 del Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas.