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Existe una tradición de médicos escritores. Entre los más famosos se encuentran, por supuesto, Freud y Jung y, en términos más literarios, el escritor portugués Antonio Lobo Antunes y Mijáil Bulgakov, el autor de El Maestro y Margarita. En nuestro país, el poeta Elías Nandino y el narrador Juan Vicente Melo son ejemplos destacados.

Ahora bien, se han puesto de moda los relatos autobiográficos de médicos que narran con buena pluma sus experiencias y los casos que les han tocado.

Oliver Sacks escribió El hombre que convirtió a su mujer en un sombrero, en el que describe a uno de sus pacientes, con un tumor en los nervios visuales, que era capaz de captar los detalles, pero no la imagen en su conjunto. Años después, al borde de la muerte, escribió Gratitud, donde señala: “Mi sentimiento predominante es el de gratitud. He sido un ser sintiente, un animal pensante en este hermoso planeta”.

Por su parte, Ante todo no hagas daño, de Henry Marsh, es el libro de un neurocirujano que nos describe su oficio, equivalente al de un desactivador de bombas. Marsh escribe con una sorprendente sinceridad, que le permite no ocultar sus errores y comprender que la neurocirugía puede realizar operaciones casi milagrosas o ser, en ocasiones, fatídica. Dos grandes médicos, dos estupendos escritores.