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Recuerdo un cuento de Pío Baroja. Relata la historia de una anciana que siempre compraba el mismo billete de Lotería. Nunca había ganado. Era un ritual que había durado décadas. Un día, al fin, sale el número premiado. Sus amigos van a felicitarla. Pero esa vez no había comprado el boleto, porque su hijo, un manirroto, un crápula, se había llevado los duros que ella guardaba para su "cachito". A lo triste de esta situación, se agrega la justificación de la anciana, que defiende a su hijo argumentando que, si tomó el dinero, buenas razones tendría...

Dice El cuarteto de Alejandría: "en el fondo, los jugadores y los enamorados juegan para perder". Quizá, como siempre, tiene razón. Uno juega no para ganar, sino para imaginar qué haría uno si gana... Ahora bien, a veces el ganador -hablo del juego en un sentido amplio- obtiene su deseo, como después de preguntarle al genio de la lámpara, y lo que obtiene le produce desilusión o, peor aún, acaba con su felicidad al derrumbar su vida actual.

El gran poeta Mallarmé decía: "Un golpe de dedos jamás abolirá el azar". Queridos lector y lectora: ¿juegas? ¿A qué juegas? ¿Cuál es tu lotería íntima, escondida? Mientras escribo estas líneas recuerdo que mi amigo Eugenio Parrodi me regaló un billete de la Lotería. Corro a checarlo. Quizá ya soy rico.

* José Antonio Lugo estudió Letras Francesas en la UNAM. Es director de la editorial El tapiz del Unicornio. Ha publicado más de diez libros que abarcan el ensayo literario, la narrativa, la mitología y el discurso político. Ganó una mención honorífica en el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas en 2010 y la Bienal Iberoamericana de Diseño en 2016. Fue asistente en la década de los ochenta, del maestro Juan García Ponce.