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Ante la amenaza de la peste negra, en 1348, un grupo de jóvenes se reunieron para contarse historias en El Decamerón, de Boccaccio. En 1558, poco más de dos siglos después, Marguerite de Valois, siguiendo el mismo esquema, escribió el Heptamerón, donde otros jóvenes, incomunicados por las tormentas, se juntan para lo mismo.

En 1989, el gran novelista francés Michel Tournier publicó Medianoche de amor. Aquí la amenaza no es la peste ni las tormentas, sino la incomunicación de una pareja. Yves y Nadège son una pareja dispareja. Él es el hijo de un pescador; ella, la hija de un armador. Se enamoraron, pero ya no tienen nada que decirse, se les acabaron las palabras.

Deciden hacer una reunión de amigos, al término de la cual les avisarían su decisión. La reunión tuvo lugar y cada participante comenzó a contar una historia, cada una más hermosa y profunda que la otra.

Al final, deciden seguir juntos. Dice él: "Lo que nos faltaba era una casa de palabras en la que habitar juntos. La literatura como panacea de las parejas perdidas". Ella: "Éramos parecidos a dos carpas huidas por el limo de nuestra vida cotidiana. Ahora seremos como dos truchas temblorosas, una junta a otra, en las aguas de un torrente de montaña".

El amor es la creación de un tapiz de historias compartidas.