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Un médico toma la temperatura a personas que llegan a un aeropuerto - Foto: Foto: Especial

El camino de la vida: El shock del Covid-19

Por shock se entiende el estado psicológico que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras; la actual situación provocada por la pandemia, provoca shock en la sociedad mundial

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 1416

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A: Víctor Hugo Sánchez Reséndiz, en Morelos, México.

A: Juan Jesús Güere Porras, hasta Huancayo, Perú.

 

“Desde la edad de piedra a la era del vapor, y desde el Ártico al Sahara, toda persona en la tierra sabía que en cualquier momento los vecinos podían invadir su territorio, derrotar a su ejército (sic), masacrar a su gente y ocupar sus tierras (…) mientras que en las sociedades agrícolas antiguas la violencia humana causó alrededor del 15 por ciento de todas las muertes, durante el siglo XX la violencia causó sólo el 5 por ciento, y en el inicio del siglo XXI está siendo responsable de alrededor del uno por ciento de la mortalidad global (…) En 2012 murieron en todo el mundo unos 56 millones de personas, 620, 000 a consecuencia de la violencia humana (la guerra acabó con la vida de 120, 000 personas, y el crimen, con la de otras 500, 000). En cambio 800, 000 se suicidaron y 1, 5 millones murieron de diabetes”

-Yuval Noah Harari, Homo Deus

 

Hube elegido como título de esta colaboración para Masiosare: El Shock del Covid-19, porque aún recuerdo muy vívidamente la década que, de 1970 a 1980, marcó a muchos de quienes vivimos el sueño, aún no logrado, de la transformación radical y definitiva de este Modo de Producción (Modo de Producción Capitalista, en su Fase Neoliberal hoy), que todavía da muestras de una inmutabilidad duradera, para acceder al Socialismo.

Opté por este título y no otro porque recuerdo muy claramente haber leído, entre otros libros que marcaron intelectual y políticamente a muchos de nosotros, el impresionante, por no utilizar otro adjetivo, Shock del Futuro.

El Shock del Futuro es un libro escrito en el año de 1970 por Alvin Toffler y publicado por Penguin Random House. En la estructura del libro el autor define el término “shock” como un estado psicológico que afecta tanto a individuos como a sociedades enteras; en esencia, el libro trata de lo que le pasa a la gente que se siente abrumada por los cambios ocasionados en el futuro por venir (teniendo como referente el año del cambio de la década número seis a la número siete del siglo XX), así como la manera en que nos adaptamos a dichos cambios; el “shock” sobreviene a consecuencia de “demasiado cambio en un periodo corto de tiempo”.

Clínica y neurológicamente hablando, el “shock” ocurre cuando no hay suficiente suministro de sangre y oxigeno a los órganos y tejidos y, muy particularmente, al encéfalo. Existen muchos tipos de “shock” (económico, político, cultural, etc.), sin embargo, aquí me refiero el shock psicológico que se caracteriza, fundamentalmente, por expresarse como una confusión o falta de lucidez mental, pudiendo llegar a la pérdida de la conciencia.

Alvin Toffler se sirve de esta expresión, metafóricamente hablando, para expresar el estado confusional, de pérdida de lucidez mental o, en casos extremos, pérdida de conciencia, y no en sentido neurológico, ante los cambios vertiginosos que se auguraban para el futuro, en el año de 1970.

Hoy, hoy, hoy (Dixit Chente Fox), no tengo duda alguna de que las circunstancias han colocado a una gran parte de la humanidad y, muy particularmente de nuestro continente, país y entidad federativa, en un estado de shock. El Shock del Covid-19.

Ansiedad, angustia, desesperación, miedo, desorientación y, quizás no lo percibimos aún con claridad, un estado confusional, masivo y personal, se nos muestra como promesa de esta pandemia.

Parece que la elección que hube hecho para el titulo de este breve ensayo, retomando las ideas premonitorias del Alvin Toffler, expresadas antes de iniciar el último cuarto del siglo XX, no son equivocas.

Hoy, sin dubitativa actitud, nos encontramos en “shock”.

No atinamos a encontrar las formas de resolver las grandes problemáticas que aquejan a la humanidad y que preludian una “dulce certidumbre de lo peor” (como decían Edith Sharlton, y Miguel Benasayag, en su libro Esta Dulce Certidumbre de lo Peor. Para una teoría crítica del compromiso, editado por Nueva Visión, en el año de 1993), y nos invade, como miasma abducente, una epidemia que en muy corto tiempo se declaró pandemia.

Tratando de limar las aristas pesimistas de este título y su implicaciones semióticas y metafóricas, he elegido también un epígrafe mucho más “optimista”, como puede leerse en las obras de Yuval Noah Harari.

Ya veremos en la estructura de este trabajo que las ideas de este personaje, expresadas en su trilogía de Animales a Dioses (2013), Homo Deus (2015) y 21 lecciones para el siglo XXI (2018), publicada por editorial Debate, que más que ser optimista es, inequívocamente, expresión de la muy buena voluntad del autor.

Según dice Yuval Noah Harari en la introducción de su libro De Animales a Dioses, se propone presentar el proceso de hominización que muestra en una muy breve y romántica historia de la humanidad; de manera textual, nos dice el autor: “Revisaba el pasado humano y analizaba cómo un simio insignificante acabó rigiendo el planeta entero”.

Homo Deus, por su parte, expone “una breve historia del mañana” (sic), lo que dicho en palabras del autor: “explora el futuro de la vida a largo plazo, contempla cómo los humanos podrían terminar convirtiéndose en dioses y cuál podría ser el destino último de la inteligencia y la conciencia”, que no del ser humano o de la humanidad.

21 lecciones para el siglo XXI, por su lado, se propone, según manifiesta el autor, centrar su análisis y exposición del aquí y ahora: “Para ello (… nos dice el autor…) voy a abordar los asuntos actuales y el futuro inmediato de las sociedades humanas ¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos prestar atención? ¿Qué tenemos que enseñar a nuestros hijos?”.

Aún no respondemos estas cuestiones y de manera súbita, inesperada e imprevista, según el estado de shock en que nos encontremos, percibimos una amenaza que pone en riesgo la vida y la permanencia de muchos de nosotros en el planeta.

¿Deberemos dejar de lado lo fundamental para atender lo urgente?

Según expone Yuval Noah Harari en el capitulo 19, Y vivieron felices por siempre jamás, en De animales a dioses: “Los últimos 500 años han sido testigos de una serie de revoluciones pasmosas. La tierra se ha unido en una única esfera ecológica e histórica. La economía ha crecido de forma exponencial, y en la actualidad la humanidad goza del tipo de riqueza que solía ser propia de los cuentos de hadas. La ciencia y la revolución industrial han conferido a la humanidad poderes sobrehumanos y una energía prácticamente ilimitada. El orden social se ha trasformado por completo, como lo han hecho la política, la vida cotidiana y la psicología humana (…) pero ¿Somos más felices? Las riquezas que la humanidad ha acumulado a lo largo de los 5 últimos siglos, ¿Se han traducido en nuevas satisfacciones? El descubrimiento de recursos energéticos inagotables, ¿Ha abierto ante nosotros almacenes inagotables de dicha? Remontándonos más atrás en el tiempo, los aproximadamente 70 millones trascurridos desde la revolución cognitiva, ¿Han hecho que el mundo sea un mejor hogar para vivir? ¿Fue más feliz el recientemente fallecido Neil Armstrong, cuyas huellas permanecen intactas en la luna carente de viento, que el cazador-recolector anónimo de hace 30, 000 años dejó la huella de su mano en una pared de la cueva de Chauvet? Y, si no es así, ¿Qué sentido ha tenido desarrollar la agricultura, las ciudades, la escritura, las monedas, los imperios, la ciencia y la industria?”.

Rematará esta idea Yuval Noah constatando que los historiadores no se plantean estas preguntas, no se preguntan, por ejemplo, si los seres humanos que habitaron Mesopotamia o Babilonia eran más felices que sus antepasados cazadores-recolectores; mucho menos si el auge del cristianismo o el islam, o el budismo, se expresó en un incremento de la felicidad de sus adeptos.

Lisa y llanamente Yuval Noah se interna dentro de los linderos de la especulación.

Una vez comenzado el crepúsculo del amanecer del tercer milenio todavía solíamos interrogarnos sobre cuestiones similares. Después de varios millares de años hemos llegado al punto en el cual distintos jinetes apocalípticos configuran los grandes problemas de la humanidad; a saber: las sociedades divididas en clases sociales antagónicas, la pobreza, el hambre, las enfermedades, las guerras y los grupos criminales desmedidos que ocupan un lugar cimero en la Caja de Pandora, como constata en Homo Deus Yuval Noah: “muchos pensadores y profetas concluyeron que la hambruna, la peste y la guerra debían ser una parte integral del plan cósmico de Dios o de nuestra naturaleza imperfecta, y que nada excepto el final de los tiempos nos librará de ellos”.

A salto de mata, entre optimismo y pesimismo, entre frustración y esperanza, entre abatimiento y voluntad férrea, apoyado en el bastón de la desesperanza aprendida, Yuval Noah camina en “shock”. Por ejemplo, en el capitulo primero de este libro, la nueva agenda humana, dirá categóricamente: “en las ultimas décadas hemos conseguido controlar la hambruna, la peste y la guerra. (… sin embargo, recula ante la evidencia de que tal aserto es insostenible… y más aún hoy que el COVID-19 ataca ferozmente) desde luego, estos problemas no se han resulto por completo, pero han dejado de ser fuerzas de la naturaleza incomprensibles e incontrolables para transformarse en retos manejables. No necesítanos rezar a ningún dios ni a ningún santo para que nos salve de ellos. Sabemos muy bien lo que es necesario hacer para impedir el hambre, la peste y la guerra (…), y generalmente lo hacemos con éxito”.

Pese a que las tres calamidades que se han referido aún están cobrando y cobrarán cantidades impresionantes de vidas, erradicarlas es el primer punto esencial de la agenda que como sociedades tenemos.

No hay democracia que valga si el hambre, las enfermedades prevenibles y curables, las guerras, la pobreza y la exclusión social perviven como problemáticas que nos agobien.

Yuval Noah coloca como segundo punto de la agenda para la humanidad “el derecho a la felicidad”. Es sabido que hacia finales de siglo XVIII el filósofo inglés Jeremy Benthan apuntó que el bien supremo a buscar es “la mayor felicidad para el mayor número” y concluyó que el único objetivo digno del Estado, el Mercado y la Comunidad Científica es aumentar la felicidad global. La calidad de vida, el bienestar, y los parámetros de evaluación de éstas pasan a segundo término ante esta categoría subjetiva, psicológica y, naturalmente, personal, como lo es la felicidad.

Por su parte, el economista y filósofo indio Amartya Sen, reflexionando sobre las categorías calidad de vida, bienestar, igualdad de oportunidades y capacidades, muestra claramente que la valoración de la calidad de vida a través de la igualdad de oportunidad o de la “felicidad”, entendida ésta como la sensación subjetiva de bienestar pese a la adversidad de las condiciones materiales de existencia, es inadmisible. Es admisible la idea de que personas que viven en condiciones de pobreza extrema, en regiones geopolíticas con conflictos armados permanentes, personas que han perdido la integridad de su cuerpo en la guerras, etcétera, pueden ser felices; asimismo, que personas que viven en países altamente desarrollados con condiciones materiales de vida consideradas de buena calidad y cantidad pueden ser infelices e incluso sentir que su vida no tiene sentido; en virtud de ello, Amartya Sen propone que la capacidad efectiva de participar de los bienes generados por la actividad económica, así como la libertad de actuación efectiva en el entorno que le corresponda vivir, debieran ser los parámetros fundamentales de la evaluación de la calidad de vida; a mayor capacidad efectiva de participación y actuación mejor calidad de vida.

De modo muy peculiar, el sensei del cine japonés Akira Kurosawa, en su película El Camino de la Vida, muestra nítidamente esta cuestión.

Karl Marx, en su tesis 11 sobre Feuerbach expresa prístinamente: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con esta premisa, Marx centra en el cenit la actividad práctica sobre lo real; y, lo más cercano a ésta, es la capacidad efectiva de actuación y libertad. El poder real y efectivo de actuación sobre lo real y, de la misma manera, el poder de influencia de los otros y sobre los otros para actuar sobre lo real, debe ser el parámetro de evaluación. Actividad práctica, poder de actuación e influencia y capacidad efectiva son los tres criterios que cualquier Estado que se precie de ser democrático deberá privilegiar a la hora de determinar la agenda para el desarrollo de dichas naciones.

En sentido opuesto, Yuval Noah en sus 21 lecciones para el siglo XXI, privilegia el afrontamiento de las calamidades que, nadie duda, nos agobian en cinco desafíos: el desafío tecnológico, el desafío político, la desesperación y esperanza, la verdad y la resiliencia.

Entre los grandes problemas que afrontamos, sin duda alguna, podemos referir, además de la trilogía ya enunciada (hambre, enfermedad y guerra), el terrorismo, la ignorancia, la migración y la ausencia de libertad. Empero, de manera asombrosa, Yuval Noah nos propone tres alternativas para enfrentar estos grandes problemas: Primero, la educación; segundo, imprimir significado a la vida y, tercero, la meditación.

Como podemos apreciar, una vez realizados sus extensos análisis y narraciones concluye de una manera mágica y maravillosa.

Por ello, podemos concluir, de la interpretación de la obra del afamado y ampliamente difundido Yuval Noah, no quedan más que narraciones extraordinarias para afrontar los grandes problemas de la humanidad.

Ahora bien, pese al carácter idealista y subjetivo, desacertado y limitado, voluntarista y romántico de las propuestas de solución a los grandes dilemas y problemas que afrontamos, no se puede soslayar el hecho de que hoy por hoy, las problemáticas esenciales que como humanidad afrontamos, ni nosotros como humanidad, quedaremos sepultados bajo los escombros de un COVID-19 que nos ha plantado frente a una emergencia que, por ser tal, pasará sin dejar estragos insuperables; pasará como lo han hecho otras calamidades que a lo largo de la historia han pasado; pasará y, una vez ida, nos daremos cuenta que la tormenta no ha enterrado los grandes dilemas que demandan de nosotros una respuesta colectiva, participativa, plural, incluyente, democrática y, sobremanera, no fragmentada en Naciones, Estados, Países o Regiones. Ni nos ha enterrado aún.

 

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