Compartir la nota por:

El cuerpo de Jesús Alejandro Guevara Esparza, desaparecido en Cuautla hace un año, fue entregado por las autoridades a su familia este jueves y finalmente, su familia pudo darle un lugar para descansar este viernes 22 de abril, con el dolor de haberlo encontrado en Mixtlalzingo y con la alegría de tener un lugar para llorarlo.

El panteón de la colonia Año de Juárez, en Cuautla, se convirtió en su última morada, luego de que durante el jueves y parte del viernes su familia practicó los rituales religiosos que acompañan el duelo. Una misa que tuvo como centro sus restos rodeados de flores y coronado con dos fotografías del joven de 21 años, que fue desaparecido el 6 de abril de 2021.

Su madre, Claudia Esparza, acompañada de familiares, amigos y compañeras de dolor, mujeres buscadoras agrupadas en el colectivo Unión de Familias Resilientes buscando a sus corazones desaparecidos, leyó al pie de su tumba un texto en el que alzó la voz “para reclamar Verdad Justicia y Dignidad. Alejandro, como miles de jóvenes desaparecidos y asesinados, merecen respeto”.

Y es que aprovechó el momento para denunciar intentos de criminalización en su contra y de tantas otras personas jóvenes desaparecidas “al adjudicar y reproducir estigmas que no corresponden con la realidad” que se fundan “en meras especulaciones, con información falsa y prejuicios que sólo reflejan la falta de empatía social y de ausencia de análisis crítico”.

Llamaron a la población a ser sensible, pues “cualquiera podemos ser víctimas de desaparición, feminicidio u homicidio, porque no contamos con instituciones que nos garanticen ni seguridad, ni verdad, ni justicia”. Hicieron un “enérgico llamado para dejar de criminalizar a las víctimas. Nadie se merece que nuestros familiares sean arrebatados vilmente por un lastre que es delincuencia, complacidos por un sistema de corrupción e ineficiencia”.

Claudia Esparza, a nombre de la propia Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, demandó: “nadie se merece una muerte violenta o ser desaparecido. Dejemos de responsabilizar a las víctimas de la violencia que sufren y reconozcamos a los verdaderos victimarios”.

Alejandro, dice, “fue un joven con muchos sueños, rodeado de una familia y amigos que lo aman. Quienes lo conocieron sabrán confirmar que fue un joven amable, atento, servicial, trabajador, responsable, amoroso, hogareño. Que fue criado con amor. Pero injustamente cegado de su joven vida en manos de quienes han dejado de tener toda humanidad”.

Fue arrojado, dice el texto, a una fosa ubicada en la mina de arena de Mixtlalcingo, calificada como “campo de exterminio” por la Brigada. Fue puesto ahí, “como si su dignidad humana no valiera. Que buscaron ocultarlo bajo tierra con la intención de ser olvidado. Que dejaron que una madre, como miles que somos en este país, sufriera el mayor dolor que se pueda experimentar”. La culpa de esto “es de este sistema corrupto, negligente, omiso e impune que nos deja en la indefensión”.

Luego de leer el comunicado, el cuerpo de Alejandro fue inhumado en medio de una mezcla de sentimientos de los presentes. Con el dolor de una vida cegada y la esperanza de que la única alternativa que queda es la de seguir buscando. “No hay más, estamos solas, por eso tenemos que seguirlos buscando aún con nuestras propias manos, porque nadie más hace nada”, sentenció la buscadora Lina Rodríguez, madre de Mireya Montiel, desaparecida en Cuernavaca en septiembre de 2014.