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Tiempos Modernos: Salud mental

La salud mental es un tema fundamental para el que existen pocas políticas públicas y ahora además están cerrando posibilidades desde el Estado para la atención de las personas

Por: Jaime Luis Brito, Visitas: 474

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Vivimos en un mundo de locura. Toda la gente enfrenta una serie de factores que nos podrían “volver locos” en cualquier momento. Así como existen miles de factores que nos llevan a ser obesos, también encontramos esos factores para terminar locos. Más allá de estas afirmaciones que repetimos comúnmente sin saber necesariamente nada de salud mental, hay que decir que este rubro de nuestra vida todavía se encuentra en el rincón de los tabúes.

La salud mental todavía es un tema del que no se habla. Me llama mucho la atención que la licenciatura en Psicología sea una de las más taquilleras en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) y al mismo tiempo, todavía sea motivo de estigma la persona que acude al psicólogo. “¿Al psicólogo, pues qué crees que estoy loco/a?”, es una respuesta común cuando suelo recomendar a alguien que acuda a una especialista.

Como la mayoría saben, estudié psicología en la UAEM, y aunque mi trabajo en ese ámbito no tiene que ver con el espacio terapéutico individual, sino con la intervención con colectivos que conocemos como comunidades, algo conozco de la necesidad y de la importancia de la salud mental en nuestra actualidad.

A nadie le sobra un espacio de escucha en el que verse reflejado aporta respuestas más allá de lo que vemos en el espejo. Yo considero que la interacción con las demás personas es fundamental para ser quienes somos. No nos hacemos solos, sino en la interacción con las demás personas. Así que, en parte, lo que hacemos también tiene relación con las demás personas. Lo que las demás personas hacen también tiene relación conmigo.

En ese sentido, hay personas que requieren espacios de vida con condiciones especiales para evitar que se hagan un daño directo o que se lo causen a las demás personas. Hace décadas que dejó de ser correcto someter a esas personas a la tortura de los electroshocks. Existen numerosas estrategias y formas de contención y tratamiento para estas personas. Hay quienes necesitan más  que un espacio terapéutico regular para lidiar con lo que piensan, sienten y hacen.

Por eso es una terrible noticia que en nuestro país se desdeñe el tema de la salud mental, que sintamos vergüenza de aceptar que necesitamos ayuda y que estigmaticemos a las personas que recurren a la atención psicológica o psiquiátrica, o incluso que nos parezcan cosa sencilla enfrentar los ataques de ansiedad, la depresión, el síndrome del impostor y otros padecimientos que han producido que personas no puedan ser “funcionales” a las exigencias del capitalismo. "Échale ganas", solemos decirles, como si se tratara de un tema de voluntad.

Aún recuerdo el debate bastante rocambolesco que se abrió en las redes porque una deportista considerada “exitosísima” decidió dejar de participar en los juegos olímpicos del año pasado en Tokio, porque sentía que las exigencias y expectativas de éxito para ella la rebasaban y la hacían sentir muy mal. Esta sociedad está tan enferma que se idealiza el éxito como la panacea, así que alguien que decida que no lo quiere, nos parece enfermo, sin darnos cuenta que la gran mayoría de los padecimientos provienen de esa estúpida idea: “triunfa y sé exitoso, no importa que en el camino dejes la salud física o mental; triunfa al costo que sea, pasando por encima de las demás personas y dejando en el camino incluso la vida”.

Lo peor es que esa forma de ver las cosas se institucionaliza. En la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, se hicieron reformas a la Ley de Salud que imponen un nuevo modelo de atención a la salud mental. Si bien no se cierran los hospitales psiquiátricos, como se dijo en un principio, lo que sí ocurre es que no se permitirá más el internamiento de las personas en ellos, se reducirá el presupuesto para ello, aunque no se ofrece una alternativa a las personas que tienen algún padecimiento, a sus familias o a quienes ya viven en una institución de estas características.

Esta falta de alternativas dejará a miles de personas y sus familias sin la posibilidad de tratamiento público y gratuito. Porque si bien continuarán los hospitales, no existirá un lugar donde puedan vivir. Además de que muchas de estas personas quedarán abandonadas a su suerte como indigentes en las calles de nuestras ciudades. Si la sociedad no considera la salud mental como una prioridad, el Estado puede tomar decisiones como esta que no nos llevarán más que a aumentar el estigma, la ignorancia y la propia indigencia. Es una pena que estas decisiones se tomen sin tener la conciencia de la necesidad que cubren y el problema que generan en sus consecuencias.

Otro día hablaré aquí sobre los modelos de la antipsiquiatría que tuvieron auge en los años 70 y que, en nuestro país, con participación muy importante de la Facultad de Psicología de la UAEM, tuvieron sus reflejos, en personas como Sylvia Marcos.

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