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Roberto Yáñez Vázquez y sus dos hijos, Roberto Carlos y Julio César Yáñez Moreno, son un botón de muestra de lo que significa en México, hoy, la clase política. Arribistas, tramposos, pragmáticos hasta la ignominia, corruptos, acomodaticios, traicioneros, entre otras, son apenas unas cuantas de las cualidades que distinguen a prácticamente todos los personajes que conforman ese grupo de políticos profesionales que han expropiado las lides del gobierno y que pretenden copar la discusión pública en la entidad.

Podríamos cambiar sus nombres por los de los perredistas Graco Ramírez y su hijastro Rodrigo Gayosso, o por los de Jorge Messeguer y su familia, o por los de la familia Terrazas que controla el PAN, o por las familias que también controlan Morena. Todas y todos tienen esas mismas características.

A Roberto Yáñez padre lo conocimos hace unos 10 años cuando asumió una regiduría en Cuernavaca. Por elección o por azares del destino, fue presidente de la comisión de seguridad pública del cabildo capitalino. Lo primero que hizo fue exigir la adjudicación de una patrulla. Como usted sabe, la capital morelense ha pasado por serios problemas de inseguridad desde 2009, luego de la muerte de Arturo Beltrán Leyva. Al mismo tiempo, pocos han sido los recursos que se destinan a la seguridad. Sin embargo, el regidor andaba para arriba y para abajo en una patrulla. Para su uso personal y obviamente, con chofer, es decir, con un elemento de seguridad pública a su servicio.

Hoy en día, Roberto Yáñez Vázquez, por una negociación política en la que sus hijos participaron, es una de las cinco personas en ocupar las plazas de comisionados del Instituto Morelense de Información Pública y Estadística (IMIPE), el organismo que debe velar por el cumplimiento de la transparencia y la rendición de cuentas de los sujetos obligados en la entidad. Su nombramiento causó polémica y se entendió como cuota partidista, más que como respaldo a la ciudadanía.

En el caso de sus hijos, Julio César Yáñez ha sido candidato a gobernador y diputado local. Desde ahí, junto con Roberto Carlos, su hermano, concibieron la idea de utilizar a una figura conocida como candidato a presidente municipal de Cuernavaca en 2015. A finales de 2014 publicamos en redes sociales que esa figura sería Cuauhtémoc Blanco Bravo. Los comentarios en redes no creían en esa posibilidad. El exfutbolista ganó esa elección y luego se distanció de esa familia. Lo demás es historia: Blanco se enfrentó a Graco y la promesa de meterlo a la cárcel, así como su popularidad y el voto por AMLO, le hicieron ganar la gubernatura.

Luego, ambos hermanos impulsaron a su tío, José Juan Yáñez a encabezar la lista plurinominal de su última franquicia: Morelos Progresa. Ganaron un lugar y fue ocupado por el tío, quien falleció en abril pasado. Luego, negociaron para que Roberto fuera nombrado diputado en mayo. Ahí ha pasado los siguientes dos meses, fingiendo que tiene compromiso con la comunidad LGBTTIQ+, desde donde se le cuestiona fuertemente, pues llegó al cargo como una cuota de equidad.

Ayer, el Tribunal Electoral de Morelos decidió quitarle el cargo. No se quedará con los brazos cruzados, seguramente acudirá al Tribunal Federal para tratar de regresar a cobrar, a la curul y al espacio político desde donde busca, junto a su familia, mantener cuotas de poder que les permitan seguir acrecentando su patrimonio. La política para ellos es un terreno patrimonialista, es un espacio para el mercadeo del patrimonio público, lo que menos les interesa es la discusión y solución de los asuntos públicos.

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