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Los principales pendientes del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al menos hasta ahora, son la seguridad, el sistema de salud, el combate a la pobreza, la economía, la lucha anticorrupción, la justicia y la democracia. Hagamos un repaso uno a uno de ellos, de las decisiones que provocan el fracaso y de las consecuencias.

Comencemos por el de la seguridad. El propio presidente confesó hace casi dos años, el 15 de julio de 2021, “si no terminamos de pacificar a México por más que se haya hecho (en este gobierno) no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”. Sin embargo, el diagnóstico de lo que ocurre en el país no es nada halagüeño ni para su administración ni para la población de a pie de este país.

La estrategia propuesta por el presidente, aquella que chuscamente se resume en “abrazos no balazos”, es pura demagogia, pues se traduce en la orden directa (pública y privadamente) a las fuerzas de seguridad federales de no actuar contra los grupos criminales. Desde aquel bochornoso hecho conocido como “El Culiacanazo”, el 18 de octubre de 2019, en que primero se detuvo al hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ovidio Guzmán, y que luego se le dejó libre, las cosas han sido muy similares en el país.

Se multiplican los videos en los que las fuerzas federales con agredidas, repelidas, correteadas, ridiculizadas por grupos del crimen organizado aquí y allá. Mientras que la delincuencia organizada, cuyos integrantes no sólo se matan entre ellos, como está demostrado, no sólo se dedica ya a la producción de drogas, su trasiego por el país desde Sudamérica hasta Norteamérica; a la trata de personas; al tráfico de seres humanos; sino que ahora también van copando todos los mercados económicos del país, lo que va construyendo una especie de gobierno paralelo.

La estrategia que supuestamente ataca las causas de la delincuencia distribuye recursos de manera indiscriminada entre diversos sectores de la población, en especial los adultos mayores y los jóvenes. No obstante, ello ha servido para crear redes clientelares de votantes entre los mayores y alta corrupción de grupos privilegiados con base en las becas destinadas a los jóvenes.

Los reportes de empresas que inscriben a jóvenes para ser sus “aprendices” y que luego despojan del recurso a los destinatarios se multiplican, repitiendo el esquema que tanto ha criticado López Obrador en relación con las instancias infantiles que canceló indiscriminadamente a principios de su administración, dejando una estela de efectos crueles para miles de mujeres que necesitan esos servicios.

Es decir, los programas y políticas públicas que supuestamente fueron creados para atacar las causas de la violencia no funcionan como está visto, más bien al contrario, repiten esquemas de corrupción que el país ha vivido ya en otros sexenios. Mientras tanto, el hecho de que no haya un choque frontal entre el gobierno y los grupos delincuenciales no ha reducido la presencia militar en el país, proceso que comenzó con Carlos Salinas de Gortari y que ha ido en crecimiento exponencial con los siguientes gobiernos, particularmente con Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y López Obrador.

El actual gobierno no sólo ha mantenido a los militares en las calles, también conformó un grupo federal de combate a la violencia, de la misma forma que lo hicieron Ernesto Zedillo, Vicente Fox (Policía Federal Preventiva), Felipe Calderón (Policía Federal) y Enrique Peña Nieto (Gendarmería). Ahora se llama Guardia Nacional y a pesar de haberse comprometido, López Obrador busca convertirla en una compañía más del Ejército, lo que difícilmente pasará, pues no tiene los votos suficientes en el Congreso de la Unión.

Ahora bien, a los de verde olivo les ha entregado todo lo posible y lo imposible durante el sexenio, en tanto, les ha quitado la responsabilidad de combatir el crimen, lo cual resulta en un despropósito, no porque representen una alternativa, sino porque como han dicho varios autores, después del ejército ya no queda más. Siempre es la última opción y al menos en el país está desgastada por el uso indebido.

En el balance general hasta ahora, la estrategia parece no existir y su carencia se disfraza o vela con demagogia. Ahora que viendo las evidencias de que en los últimos procesos electorales, el crimen organizado ha contribuido en los triunfos de Morena, y como incluso más personajes lo señalan en el país, incluidos los obispos, particularmente luego del asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua: aquello de “abrazos y no balazos”, más que una muestra de humanidad del presidente, parece parte de un pacto entre su gobierno y los principales cárteles del país.

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