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El Camino de la Vida: Populismo - Foto: Especial

El Camino de la Vida: Populismo

Breve Glosario de Terminología Política Ambigua y Eufemística, se propone abordar diversos términos políticos que se utilizan comúnmente y que no significan necesariamente lo que aluden

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 540

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La historia del concepto ‘populismo’ se podría condensar rápidamente en dos términos: imprecisión y ambivalencia. De hecho, uno de los consensos más importantes de cientistas políticos, historiadores y sociólogos que se han adentrado en este tema, es que el concepto tiene una dificultad inherente para ser definido con rigurosidad.

Raimundo Frei y Cristóbal Rovira Kaltwasser

Dando continuidad a nuestro Glosario, expondré uno de los términos que a salto de mata, entreverado en la discursividad o retórica política y mediática contemporánea –más que describir, explicar o ayudarnos a comprender una postura política y económica— parece enmascarar anatemas ideológicos que se utilizan para descalificar o condenar a ciertos personajes o proyectos políticos que, quienes se sirven de tales conceptos, consideran desacertados, inadmisibles y objetos de imprecación, y que conducen inexorablemente al fracaso del “desarrollo” económico y social y, sobremanera, favorecen la perpetuación del “subdesarrollo” o el “desarrollo del subdesarrollo”; naturalmente este calificativo se adhiere o endosa a los proyectos políticos identificados con los gobiernos considerados hoy de “izquierda”. Lisa y llanamente, para ello, utilizan expresiones tales como: “es un populista” o “eso es una política populista.

Pero considero conveniente y necesario inquirir: ¿Qué es el populismo?

Populismo. Sin duda alguna el concepto de “Populismo”, pese a ser de uso común y corriente en la exposición de “análisis” sociopolíticos sobre el contexto latinoamericano desde finales del siglo XX, tiene una cauda que originalmente se hallaba en Rusia y algunas naciones europeas y, muy particularmente, en los análisis de carácter marxista para interpretar los sucesos político/económicos que dentro de algunas naciones latinoamericanas vienen impulsándose a lo largo del siglo recién terminado y lo que va de esta centuria, ya en su tercera década.

Parece fenomenológicamente obvio que dicho sustantivo, utilizado con una función adjetiva, se encuentra estrechamente relacionado con los términos de “pueblo”, “popular” y ciertas clases sociales distintivas de tales conceptos. Ello entraña, como puede reconocerse, una dificultad adicional a la hora de tratar de encontrar el significado y el sentido que adquiere la idea de “Populismo”; ¿Qué o quién es el pueblo? ¿Qué sentido debe darse a “popular”? y, naturalmente, ¿A qué clases sociales nos referimos con la palabra “pueblo”?

Por otro lado, las dificultades que aparecen a la hora de interpretar el significado y el sentido de “Populismo” se magnifican cuando uno se percata de que posee otras dimensiones o niveles de análisis que, de no ser considerados, nos llevarían a una reducción del objeto de análisis. Veamos ello: cuando escuchamos, leemos o decimos “Populismo” ¿nos representamos una ideología, un movimiento social, un tipo de liderazgo, un régimen político o una serie de personajes?

Parece que la complejidad de la cuestión nos demanda una aproximación histórica sobre los orígenes y el desarrollo del término y, de ser ello posible, recuperar una aproximación filológica o etimológica.

Como es conocido y asumido desde tiempo ha, el concepto se relaciona claramente con el vocablo de origen latino populus, el cual, dentro de la tradición política de la Antigua Roma, refería al conjunto de los ciudadanos que gozaban de un status que aseguraba la libertad y la familia; es decir, no todos los pobladores de un Estado/nación constituida eran ciudadanos.

Otro concepto de origen latino, en la Roma antigua, representa a plebs, que no refiere a la totalidad de la población —patricios y esclavos—, sino más bien contempla a los esclavos o la plebs —del cual pudiesen derivar plebe, plebeyos y plebiscito— y que representa a los sectores sociales “más bajos de la escala socio/económica”.

Como puede apreciarse, una aproximación etimológica es aún insuficiente para precisar claramente qué debe entenderse por “Populismo”.

En virtud de ello parece pertinente considerar como clarificante la propuesta analítica de Raimundo Frei y Cristóbal Rovira Kaltwasser (Revista de Sociología 22/2008, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, 117-140) en aras de sistematizar una aproximación política y económica a la cuestión del devenir del “Populismo” en América Latina.

Esta sugerencia metodológica propone el análisis en tres niveles; 1) orígenes y desarrollo del “Populismo” como movimiento político, hacia finales del siglo XIX, en Rusia, algunas naciones de Europa y los Estados Unidos; 2) orígenes y desarrollo del “Populismo” como etapa del desarrollo en América Latina, durante la primera mitad del siglo XX, por ejemplo en Brasil durante los gobiernos de Getulio Vargas y Joao Goulart, en Argentina, durante los gobiernos de Juan Domingo Perón, y en México, durante el gobierno del Gral. Lázaro Cárdenas del Río; y 3) orígenes y desarrollo del “Populismo” como una lógica de acción política.

Ahora bien, como señalan claramente los colegas chilenos, con respecto al “Populismo” como movimiento político puede decirse que:

En estricto rigor, esta primera fase de la concepción del populismo se caracteriza por la apropiación de una auto-descripción, ya que ciertos movimientos políticos de fines del siglo XIX se autodefinieron como populistas y posteriormente fue recogida esta definición por algunos intelectuales. Lo común de estos diversos movimientos populistas fue su reacción frente a amplios procesos de modernización, de manera que muchas veces fueron tildados como reaccionarios. Dos ejemplos resultan paradigmáticos: los Narodniki rusos (Naródnichestvo = populismo) y que puede interpretarse como “yendo hacia el pueblo”, pero que no tenía nada que ver con el marxismo ni con el bolchevismo; y el Partido Norteamericano del Pueblo que, de modo similar, parecía una propuesta “socialista” no relacionada con el marxismo.

Con base en estas experiencias el “Populismo” podía considerarse como:

Determinados movimientos sociales que se basaron en ideologías agrarias y que apelaron una participación directa del pueblo. Desde un ángulo teórico, resulta particularmente interesante el uso de la noción de ‘pueblo’, ya que mediante el recurso a esta categoría semántica se proyecta una imagen romántica de sociedad, con una valoración intrínseca al pasado que se caracteriza por la afirmación de la autodeterminación de las comunidades y por la demanda de una relación directa entre gobernados y gobernantes.

En tratándose del “Populismo” como una etapa del desarrollo en algunas naciones de América Latina podemos decir que:

Característico de este estadio sería la creciente participación de los sectores medios urbanos, así como de las burguesías industriales y comerciales tanto en el mercado interno como en el sistema político, la formación de un ‘Estado de compromiso’ entre diversas clases sociales, la implementación de una política estatal de substitución de importaciones, la movilización del pueblo en nombre de la nación, así como también la irrupción de liderazgos de corte carismático y personalista.

Ya señalábamos que, sin duda, en este periodo destacan los casos de Brasil, Argentina y México, naciones que, pese a sus diferencias, mostraron en sus políticas rasgos de esta naturaleza.

En el tercer momento considerado en esta propuesta analítica se refiere la etapa en la cual, después de cruentas confrontaciones en diversas naciones latinoamericanas --atravesada por una violencia estructural derivada de invasiones militares estadounidenses, imposición de Dictaduras Militares Autóctonas, surgimiento y desarrollo de los movimientos guerrilleros y los orígenes y desarrollo de los cárteles del narcotráfico, aunadas a una pobreza histórica y ausencia de libertades y vida democrática— se transita hacia una vida “democrática electoral”, como lo fue claro en Venezuela, con el triunfo del General Hugo Chávez Frías, en Uruguay con el triunfo de José Mujica, en Brasil, con los triunfos de Luiz Inacio Lula y Dilma Rousseff, en Argentina con el éxito electoral de Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández, más tarde con Andrés López Obrador en México, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, más los que aparezcan, parece que ese teñido hacia la “izquierda” y hacia el “Populismo” se asocian como horizonte inevitable, pero todavía indemostrable ello.

Ahora bien, convienen otras preguntas más para ir precisando la cuestión: ¿Quiénes son los que tildan de “populistas” a estos gobernantes y gobiernos? ¿Con qué propósitos lo hacen? Y, sobre todo, ¿Qué rasgos y características distintivas les atribuyen a los populismos y populistas?

Hasta aquí parece que seguimos en la indeterminación e indefinición del significado político, ideológico, económico, histórico y social del vocablo “Populismo”. Ello es así debido a la estrategia perifrástica y peripatética de aproximación semiológica a un concepto anfibológico y escurridizo, vago, polisémico y confuso y, más aún, permanecemos atrapados bajo el yugo semiótico de naturaleza ideológica y adjetiva.

A la hora de leer o escuchar estos conceptos notamos que, ante todo, se trata de imponer una apreciación descalificativa de personas, grupos y propuestas políticas contrarias a quienes han detentado y detentan el poder político, económico e ideológico en algunas de nuestras naciones. Se trata de anatemizar.

Bajo la mirada de los espejuelos del pensamiento marxista y leninista y recuperando parte de lo que dijimos antes, podemos considerar que el término de “Populismo” y de “Populistas” se asociaban con la idea de “defender la causa del pueblo” o de “Ir al pueblo”.

Los partidarios y adherentes de este movimiento promovían una especie de socialismo agrario porque consideraban inviable el desarrollo capitalista e identificaban al campesinado pobre como el sujeto central de la futura revolución. Los marxistas rusos no estuvieron de acuerdo con estos planteamientos y los consideraron utópicos e inviables, por ello mismo se propusieron “desenmascarar” al “Populismo” y los “Populistas”, mostrando con ello su naturaleza pequeñoburguesa.

Pese a estas características la reciente acepción de “populismo” y “populista” nada tiene que ver con tales supuestos. Hoy, como ya se dijo y puede constatarse, se usa con un carácter peyorativo, casi sin excepción. No se utiliza el término “populismo” para definir un movimiento o programa, sino para atacar, ridiculizar o denigrar personajes o movimientos; bajo esta lógica suele definirse al “populismo” como un movimiento o conjunto de ideas y programa de carácter demagógico que pretende hablar en nombre del “pueblo”, para defender supuestamente sus intereses frente a las “élites” del poder económico y estatal.

Carente de un contenido de transparencia histórica, política, económica e ideológica, los usuarios de ese concepto suelen aderezarlo con sus propios ingredientes ideológicos. De esta manera, los “analistas” y “líderes de opinión” adheridos a los poderes fácticos económicos y políticos de nuestra naciones latinoamericanas califican como “populista” todo programa o movimiento que pretende “ir hacia el pueblo” y afirma que: “las masas populares” son utilizadas y engañadas con promesas imposibles de cumplir, con el fin de subvertir el sistema “democrático liberal” e imponer un gobierno autoritario o dictatorial, encabezado por el caudillo “populista” o “líder carismático”.

Decíamos también que, en América Latina, a principios de los años 70 del siglo XX, se utilizó tal término para denominar a varios regímenes y dirigentes políticos latinoamericanos de las décadas del 40-50 también de la centuria pasada, tales como Juan D. Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Estensoro en Bolivia, o Jacobo Arbenz en Guatemala, los cuales entraron en colisión con el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales en determinado momento y, desde luego no faltaba el gobierno de Lázaro Cárdenas en México, a fines de los años 30.

Como también se admite, estos gobiernos se caracterizaron por un presidencialismo “fuerte” y un liderazgo carismático de carácter nacionalista, antimperialista e interclasista, con una base importante de apoyo popular y con el diseño y operación de políticas de Estado y gobierno dirigidas a tales sectores populares. Empero, y a pesar de ello, tales gobiernos no pueden ser considerado ni de “izquierda”, en esa época, ni orientados hacia el socialismo.

Valga decir además que tanto dentro de las políticas de “derecha” como de “izquierda” hay expresiones de carácter “populista”, por ende, la asociación “izquierda-populismo” es incorrecta y tramposa.

Tanto gobiernos de uno y otro lado se sirven de políticas de carácter populista para mitigar conflictos y condiciones de vida que los favorezcan, así como para ganar adeptos, liderazgo y aceptación. A más de asegurar la continuidad de un modelo de desarrollo que mantenga las relaciones de dominio/subordinación reduciendo las consecuencias más despreciables y deleznables del capitalismo. Se trata, en síntesis, de un “ajuste con rostro humano”.

 

 

 

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