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Protesta de periodistas en Cuernavaca, hace unos días - Foto: Foto: Margarito Pérez Retana

El Camino de la vida: Periodismo

En medio del debate que se ha dado en torno al periodismo, el autor aborda temas como la historia, la objetividad, la verdad y la neutralidad ideológica

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 672

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Ahora que, cual si fuesen escribas y fariseos –algunos periodistas, columnistas y opinadores, además del propio presidente de la República y usuarios de las “redes sociales”—, se desgarran las vestiduras en torno a la naturaleza, carácter y, sobremanera, al ethos o “deber ser” de los periodistas y los medios de información periodísticos y, en esta hora, se confrontan sin más reglas que las que cada uno de los contendientes considera las pertinentes.

Ahora mismo que los unos acusan a los otros de mentir deliberadamente y buscar con ello dañar moral y políticamente a quien los acusa de “venderse al mejor postor, por treinta dinares de plata” –léase, hallarse sujetos al “chayote” que los gobiernos precedentes al actual, corruptos y sujetos a políticas de complicidad e impunidad, utilizaron como herramienta de cooptación de la fuerza mediática para su propio beneficio—, fustigándolos y calificándolos de “vendidos”, “mentirosos”, “corruptos” y alineados con quienes detentaron el poder hasta antes de la entrada del actual y vieron perdidas sus canonjías; mientras que los otros acusan a los unos de violar impune y descaradamente las libertades de pensamiento, expresión y de prensa –consagradas en nuestra Constitución Política—, polarizando la vida sociopolítica nacional.

En este momento y lugar, en el cual los unos y los otros dicen ser los poseedores de la verdad, pura y cristalina, y se cubren con las togas y birretes que los muestran a los ojos de sus cofrades, adláteres, feligreses y militantes como quienes, sin duda alguna, disponen de los valores deontológicos universales e incuestionables para afirmar categóricos lo que expresan como anatemas, invectivas, epítetos o imprecaciones, hacia los que no son ellos mismos.

Es esta la hora y espacio para que exponga ante ustedes mi punto de vista.

Preguntaba a los cuatro vientos, a grito abierto, el Poeta Prometéico, León Felipe:

¿Habéis hablado ya todos?

(…)

Ha hablado el gran responsable revolucionario,

y los pequeños responsables;

ha hablado el alto comisario,

y los comisarios subalternos;

han hablado los partidos políticos,

han hablado los gremios,

los Comités,

y los Sindicatos,

han hablado los obreros y los campesinos;

han hablado los menestrales:

ha hablado el peluquero,

el mozo de café

y el limpiabotas.

Y han hablado los eternos demagogos también.

Han hablado todos.

Creo que han hablado todos.

¿Falta alguno?

¿Hay (… alguien…) que no haya pronunciado su palabra?...

¿Nadie responde?... (Silencio). Entonces falto yo sólo.

Porque el poeta no ha hablado todavía.

¿Quién ha dicho que ya no hay poetas en el mundo?

¿Quién ha dicho que ya no hay profetas?

Pues bien, —¡Vaya manera de comenzar su Nocturno a Rosario el bardo Manuel Acuña! y ¡Vaya manera de continuar!—, Yo necesito decir… que es necesario precisar las nociones que encabezan esta colaboración: ¿Qué debemos comprender tras los conceptos de historia, objetividad, verdad y neutralidad ideológica? ¿Podemos asumir que en tratándose de la labor periodística y del periodismo es posible mantener una neutralidad ideológica, dado que ésta asegura la objetividad y la verdad de la información que se publica? o, por el contrario, ¿Al asumir una posición ideológica, de manera explícita, se pierde inevitablemente la posibilidad de disponer de la objetividad y la verdad como principios éticos de responsabilidad del periodismo y los periodistas? Empero, aún más, ¿Es posible asumir abiertamente una postura ideológica y política y, a su vez, mantener el trabajo periodístico bajo la égida de la objetividad y la verdad?

Demos comienzo a nuestro pensamiento sirviéndonos de la “metodología” utilizada por Jack, “El Destripador”, para realizar sus actividades y tareas; es decir, vayamos por partes.

Comencemos por el periodismo y los periodistas. Hay quienes han hablado ya y pregonan como una verdad irrefutable la sentencia –por lo demás insostenible— de que los periodistas y el periodismo –distinción imprescindible aquí—tienen como “responsabilidad social” «confrontar o cuestionar el poder», cual si fuese este último una entelequia que vaga por ahí, más allá de adhesiones ideológicas o políticas, como el adversario imaginario de quienes pregonan esta proposición.

No me propongo aquí precisar esta categoría.

Otros de quienes han hablado ya sugieren que la función social del periodismo y los periodistas es la de informar a la sociedad sobre los acontecimientos, relevantes y pertinentes, que acontecen en lo real, objetivamente, y que son reales o verdaderos, lo que implica asumir una postura filosófica que endosa la verdad sobre lo real; es decir, que sólo lo real –léase lo objetivo— es verdadero. Aquí es necesario resaltar el hecho de que ello se refiere a lo que halla su lugar más allá de la interioridad del sujeto y se encuentra fuera de ésta como “realidad objetiva”. Lo que está dentro del sujeto de la actividad es su subjetividad –pensamientos, sentimientos, emociones o ideas— siendo por ello ajenas a la verdad, mientras que lo que observamos fuera del sujeto de la actividad, lo real, es lo único verificable y comprobable, por ende, verdadero.

Esta falsa contradicción antitética entre verdad, objetividad y subjetividad es claramente insostenible. Claro que la subjetividad es real, pero por su forma de existencia es subjetiva, mientras que la realidad objetiva, adquiere o muestra una forma de existencia distinta, cualitativamente hablando. “realidad objetiva” y “realidad subjetiva” son dos manifestaciones diferentes de lo real.

Ahora bien, tengo claro que la responsabilidad de informar, sobre lo pertinente y relevante, es una de las funciones de los medios periodísticos y de los periodistas que, naturalmente, deben sujetar tal información a los criterios de objetividad y verdad. Desde luego también, el periodismo, mediante otra actividad, se da a la tarea de mostrar puntos de vista, opiniones, ideas, pensamientos o sentimientos y emociones de otros personajes que participan de la labor periodística, refiero aquí los artículos –breves ensayos en el sentido que propone Montaigne— de análisis y opinión.

Bajo estos dos niveles de expresión me es dable afirmar que el periodismo debe, a fortiori, explícita y de modo transparente, señalar cuándo un contenido incluido en el medio es informativo y cuándo es un artículo de análisis y opinión.

Es en esta frontera o zona intertidal donde comienza la “manipulación industrial de las conciencias”, al decir de Hans Magnus Enzensberger; bastantes medios informativos, con fines ideológicos y políticos, o de carácter económico, presentan como “noticias” o “información objetiva”, ideas, pensamientos, opiniones o atribuciones sobre diversos sucesos o hechos, tratando de provocar “falsas creencias” que al cobrar vida como opiniones compartidas propician el “engaño táctico” como medio de manipulación.

¿Tratar de desenmascarar ello es una forma de violentar la “Libertad de pensamiento, expresión o prensa”? considero que no, por el contrario, es un ejercicio necesario para diferenciar; sin embargo, desenmascarar no significa nunca censurar o reprimir al medio o periodista en cuestión.

Se dice también que los contendientes, uno el poder político y el otro el poder mediático, mantienen una lucha desigual y que el segundo no es un poder –de aquí la tesis de que el periodismo tiene como misión cuestionar al poder—. Considero que tanto económica como políticamente, hoy por hoy, es éste un poder político, económico e ideológico que se confronta con el otro poder, el político, y que, como tales poderes, responden ideológicamente –ambos—a los intereses de clase y políticos a los cuales se adhieren. En este sentido la “neutralidad ideológica” es un verdadero mito que debe derrumbarse.

Esto que aquí expongo y que concibo como el quid de la cuestión es lo que se encuentra fuera del debate.

Mejor dicho, no hay tal debate; lo que se muestra ante nosotros es una rebatinga entre dos maneras de interpretar la función del periodismo y, sobremanera, de los periodistas, como agentes sociales en disputa por los poderes político y mediático, que se propone, sin duda, subordinarlos a sus intereses y propósitos.

También es claro que algunos periodistas, de manera consciente y deliberada, han optado ya por uno u otro polo de la confrontación y han asumido como propósito de su trabajo, manipular la información para favorecer el poder que prefieren.

Otros, que también los hay, pese a su definición ideológica y política de manera evidente, han antepuesto los criterios de la verdad, la objetividad y, desde luego, la responsabilidad.

Es aquí donde debe ponerse el acento.

 

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