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Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del gobierno federal - Foto: Foto: ObturadorMx

El camino de la vida: covid-19 y comunicación

En el nuevo contexto, donde todos y todas pasan de ser opinadores a expertos, considera prudente reflexionar sobre la campaña de comunicación de parte del gobierno federal frente a la pandemia del covid-19

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 1270

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“Todo individuo, aun el que goza de menos autonomía, se cree soberano en los dominios de su conciencia. Desde que se ha puesto de moda hablar del alma, tanto si se acude al confesor como al psicoanalista, se considera a la conciencia como el último de los reductos que el sujeto, ante un mundo catastrófico, busca y cree hallar en sí mismo, como si fuese un baluarte capaz de protegerlo del asedio cotidiano. Nadie, ni siquiera el que está atrapado en la situación límite de un poder totalitario, quiere confesarse a sí mismo que tal vez se trate de un baluarte caído tiempo ha…”

Hans Magnus Enzensberger.

La Manipulación Industrial de las Conciencias

 

Planteamiento del Problema. Ahora que nos hemos transformado imperceptiblemente (al decir del filósofo francés Michel Foucault) en “fiscales, jueces y verdugos” del comportamiento de “los otros” (los otros que no son “nosotros”, “los otros ‘Yoes’” que no son “Yo”, “los otros” que no son “migo” o “ese otro” que me acompaña como objetor, “alter ego”, ‘socius’, o “Súper Yo”).

Ahora mismo que cualquiera cambia su máscara y uniforme --de opinador—para súbitamente percibirse a sí mismo como “experto” en cuestiones de epidemiología, virología, comunicación, políticas públicas en salud y educación, etcétera.

Ahora que, además, se nos ha presentado, oportunamente, la coyuntura y la ocasión de tornarnos en “objetores de conciencia” (desde luego la conciencia de “los otros”), para responsabilizarlos, de lo que algunos leen como “fracasos”, “engaños deliberados”, “mentiras”, “aciertos”, qué sé yo, de las formas (estrategia y tácticas) que se han confeccionado e instrumentado para afrontar la epidemia y pandemia del covid-19 en el mundo, en nuestra América Latina y nuestro México.

Ubicado aquí y ahora, una vez transcurridos prácticamente 120 días de confinamiento domiciliario (que no los 120 días de Sodoma), distanciamiento físico, y una campaña informativa por parte del Subsecretario Hugo López Gatell –como representante más conspicuo del Gobierno Federal presidido por AMLO—, aunado a una campaña mediática –por parte de los medios de prensa, radio, televisión y redes tales como Facebook, Twitter, Instagram, etc.— concentrada de manera práctica en un único punto a tratar: número de casos positivos a covid-19, número de muertes por covid-19, número de personas estudiadas y considerada como caso negativos por covid-19, número de casos que se contagiaron, enfermaron y recuperaron.

Dando por descontada la intención de “desaparecer”, desvanecer, eliminar, ocultar o velar la realidad que trasciende al covid-19 –de nuestro campo perceptivo y de conciencia—, considero prudente reflexionar sobre la campaña de Información y de comunicación por parte del gobierno en esta coyuntura.

Ello lo considero relevante dado que, ante tal panorámica, apenas esbozada en los primeros párrafos de este texto, no hallamos un sendero que pueda permitirnos transitar guiados por una luz al final del túnel que ilumine los siguientes pasos hacia una “nueva”, “inédita”, “original”, “inexplorada”, qué sé yo, “normalidad”.

Aquí y ahora, una vez pasados casi tres ayunos nazarenos, con sus respectivas noches, hay quienes aún piensan y creen, juzgan y opinan que la estrategia y tácticas impulsadas internacional, regional y localmente obedecen a una suerte de “experimento psicosocial” en aras de estudiar formas de control de masas ante eventualidades sociopolíticas que se prevén. Otros más, incluso, se niegan a creer que la epidemia y pandemia del covid-19 sea una realidad objetivamente existente y sostienen que es una “realidad inventada” con fines de control sociopolítico. No dejemos de señalar aquí las ideas “conspiranoicas” de ciertas personas que atribuyen este evento a creaciones de guerra biológica entre algunas potencias.

Ahora bien, cuando se admite la presencia de este evento, aparentemente inesperado y súbito, también se adicionan un conjunto de creencias que van desde la exageración de su “alta prevalencia” y “transmisibilidad” y, no menos importantes, también alarmantes “mortalidad y letalidad”; se piensa que las acciones impuesta a nivel mundial tendrán consecuencias, también imprevistas, en la economía y vida cotidiana de nuestros pueblos y comunidades. Es decir, se opina que, la estrategia y tácticas han sido, en el mejor de los casos, erróneas y, en el peor, que han obedecido a la incapacidad de los gobiernos –particularmente el de México—y adicionado a ésta, a la intención política, ideológica, partidaria y, sobremanera de manipular con fines electorales.

No dejo de considerar que muchos de estos comentarios y opiniones forman parte de la lucha política e ideológica que se observa entre los diferentes grupos que componen nuestra sociedad.

En el marco de esta vorágine, de este galimatías informativo, nos encontramos dentro de una enorme madeja de informaciones, datos, opiniones, creencias, anatemas, adjetivos y supuestos que nos tienen atrapados dentro de un arresto informativo que más que permitirnos analizar, interpretar y orientar nuestro comportamiento y actividad en esta coyuntura, nos introducen, cada vez más profundamente, dentro de los linderos de la incertidumbre, incredulidad, angustia, miedo, culpa y desesperación y, tal vez, “desesperanza o indefensión aprendidas”.

Finalmente, tanto por parte del Subsecretario Hugo López Gatell, como por sectores que se cuestionan la información y estrategia y tácticas promovidas y defendidas por éste y, en consecuencia, atacan y defenestran al mismo, ha surgido un término que se ha mostrado como el “verdadero evangelio” que sustenta su actos incuestionables e infalibles, como el escudo protector de sus verdades y como espada flamígera que desmantela los contrargumentos. A saber, el concepto y fetiche nuevo es “La Ciencia”.

Diversos opinadores, “críticos”, “analistas”, “intelectuales” (orgánicos o no), se anteponen el titulo de Dr., PhD., virólogo, epidemiólogo, matemático, estadístico, etc., tratando de mostrar con ello que son competentes y que lo que dicen es verdad incuestionable.

Parece que ahora la nueva religión es “La Ciencia”, como fetiche en manos de profetas y predicadores, que asegura la veracidad e infalibilidad de los que proponen, afirma, opinan o dicen.

Es este el maremágnum mediático que aparece como verdadera epidemia y pandemia y que, desde luego, nos impide analizar, reflexionar, decidir y orientar nuestra actividad colectiva e individualmente hacia fines compartidos.

¿Qué sucede con la política y estrategia y tácticas de comunicación? Partiré de tres hipótesis que, por lo demás, no son mutuamente excluyentes.

Primera. La estrategia y tácticas de comunicación social diseñadas e instrumentadas por el Gobierno Federal han sido fallidas.

Segunda. La estrategia y tácticas de comunicación diseñadas e instrumentadas por las oposiciones, sus operadores y voceros, han contribuido con las falencias de la estrategia y tácticas del Gobierno Federal, empero, paradójicamente, tampoco han abonado a sus propósitos.

Tercera. La sociedad en general, nuestras comunidades y pueblos, ante este confuso entorno, permanece en la indeterminación y en la incertidumbre.

Parece evidente e indiscutible que el único logro, y no como resultado de los propósitos de quienes confeccionan estas estrategias y tácticas de comunicación social, hallamos, además de la perplejidad, el desasosiego, la ansiedad, el miedo, la culpa, la desesperanza, angustia y culpa, “mecanismo de defensa” del “Yo” o del “nosotros”, que permiten, de cierto modo, enfrentar con relativa certeza –que no veracidad— estos dramas o infiernos psicológicos de naturaleza individual y colectiva.

Entre tales “mecanismo de defensa”, como hemos descrito someramente, la “negación”, la “proyección”, la “represión”, el “desplazamiento”, la “racionalización” y, pese a todo, no encontramos una sublimación intelectual o estética que propiciarían una mejor alternativa en esta etapa histórica.

Como ciertamente expresa Hans Magnus Enzensberger:

“La Industria de la Manipulación de las Conciencias, es una creación de los últimos cien años (… Digamos ya, 150 años…) Su desarrollo ha sido tan rápido, tan diversificado, que su existencia permanece todavía hoy incomprendida y casi incomprensible. Nuestro tiempo está inquieto, fascinado ante sus manifestaciones, pero no parece que los debates en torno a ella estén a la altura del sujeto, puesto que no aprehenden como un todo. La aparición de cada una de sus ramas suscita nuevos debates y nuevas críticas de base (…) como si, cada vez, apareciera algo esencialmente nuevo. Sin embargo, la esencia de los llamados ‘medios de comunicación de masas’ no se puede inferir de las condiciones y los supuestos técnicos de las mismas”

Por su lado, aun lo recuerdo claramente, Vance Packard, en las Formas Ocultas de la Propaganda nos dirá:

“El estudio en profundidad para influir sobre nuestra conducta se lleva a cabo en muchos terrenos y emplea varias e ingeniosas técnicas. Se le utiliza por ejemplo con profusión para influir sobre nuestro consumo cotidiano. Tal planteamiento, todavía en pañales, está condicionando y tal vez revolucionando la vida de millones de productos norteamericanos. Dos tercios de las cien mayores agencias de publicidad de los Estados Unidos han montado sus campañas según dicho planteamiento, al utilizar tácticas inspiradas en lo que los especialistas en mercado llaman ‘análisis motivacional’”

Estas ideas y estudios, publicados hace más de medio siglo, parecen ocultos a quienes dirigen la política de comunicación del Gobierno Federal.

Ello ha conducido a un fracaso palmario en el objetivo de alcanzar la conciencia de la población para afrontar exitosamente la pandemia y para conducir al desconfinamiento organizado.

El desorden en la conciencia individual y colectiva también obedece a la reducción neurobiológica de la psiquiatría que ha sido el único soporte de la política del Gobierno Federal (y los gobiernos estatales y municipales, más limitados que el Federal, se han asumido como corifeos del primero) y la exclusión, más por ignorancia que por demarcación, de la psicología como disciplina del conocimiento científico y de su reconocimiento como disciplina de las ciencias sociales; es decir, como un disciplina psicosocial.

No pienso o considero que de manera consciente y deliberada se hayan propuesto esta exclusión y este desorden o galimatías; simple y llanamente, la ignorancia, la soberbia y el reduccionismo neurobiológico ciega y ensordece (“ni lo veo ni los oigo”) a quienes dicen conducir el destino de la patria, pero lo deshacen entre sus manos.

El filósofo y político comunista, Antonio Gramsci, expresaba claramente en su breve texto, escrito en la cárcel, durante su estancia final dictaminada por el fascismo, Contra el Pesimismo, Previsión y Perspectiva:

“Es cierto que prever significa únicamente ver claro el presente y el pasado en tanto que movimiento. Ver claro: esto es, identificar con exactitud los elementos fundamentales y permanentes del proceso. Pero es absurdo pensar en una previsión puramente ‘objetiva’. Quien hace la previsión tiene, en realidad, un ‘programa’ que quiere hacer triunfar, y la previsión es precisamente un elemento de ese triunfo. Ello no significa que la previsión deba ser siempre arbitraria y gratuita o simplemente tendenciosa. Puede decirse, antes bien, que sólo en la medida en que el momento objetivo de la previsión se halla vinculado a un programa adquiere objetividad.”

Por lo que he referido considero que el error grosero y fatal de las estrategias y tácticas de comunicación masiva tanto del Gobierno Federal como de las oposiciones y de los usuarios de la “Redes Sociales” ha sido el superponerse. “egocéntricamente”, al decir del epistemólogo suizo Jean Piaget (“manque de décentration”) a la realidad que prexiste al sujeto cognoscente y que le sobrevive.

 

 

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