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Protesta de mujeres en Cuernavaca el 8 de marzo de 2020 - Foto: Foto: Jaime Luis Brito

Patriarcado/IV

Cuara parte: lo varonil, sinónimo de violencia; este texto fue publicado originalmente por la agencia alainet.org, sitio de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI); contenidos sobre DH, igualdad de género y paticipación ciudadana

Por: Marcelo Colussi, Visitas: 769

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La "conquista" –que es siempre agresiva, impositiva, muy de machos– sigue siendo lo dominante. Se "conquistan" mujeres, territorios, incluso el espacio sideral. También en el campo del saber se habla de "conquistas" científicas. Si esa es la matriz que nos constituye (¿machista, patriarcal, centrada en el garrote más grande como definición última de nuestra dinámica?), el resultado habla por sí solo. Ese es el mundo que tenemos: se gasta más en armas (32,000 dólares por segundo) que en satisfacer las necesidades básicas de la humanidad. Con todo el desarrollo científico-técnico de que disponemos como especie, el hambre sigue siendo de las principales causas de muerte de la Humanidad, si bien se dispone de un 40% más de alimentos para nutrir satisfactoriamente a todos los seres humanos. Aunque se habla hasta el cansancio de paz y desarrollo equitativo, deciden los destinos del mundo los pocos que tienen poder de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (apenas cinco países: Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia), los que tienen el garrote más grande (¿el tamaño sí importa? Es evidente que el poder está concebido masculinamente: es machista).

Si el mundo que, propiedad privada de los medios de producción mediante, hemos construido se basa en esa sed de "conquista" (machista patriarcal), evidentemente ser machistas no nos depara lo mejor. Al menos como especie, como Humanidad. Una rápida mirada al asunto podría hacer concluir que, sin dudas para los varones, sí hay beneficios. ¡Por supuesto que en un sentido los hay!, pues las desiguales cuotas de poder estipulan prebendas para unos (los varones, los machos) allí donde para la otra mitad (las mujeres) hay penurias. Habría que ser ciego para no reconocer que los golpes los reciben las mujeres y que los varones son los "beneficiados". Ejemplos al respecto sobran: mayores cuotas de poder, beneficios económicos, comodidades y privilegios por doquier. La lista es interminable.

Pero pretendemos ir más lejos en el análisis: las sociedades erigidas a partir de ese modelo de dominación y competitividad (la abrumadora mayoría de las que se conocen), si bien otorgan injustas e injustificadas prerrogativas a los varones a costa de las mujeres (más disfrute, menos trabajo, más ejercicio de poderes, más licencias para todo), sirven en definitiva para erigir construcciones sociales violentas e inequitativas que terminan por ser dañinas para todos los integrantes por igual. La posible guerra termonuclear o el ecocidio que se vive (catástrofes de dimensiones dantescas) tocan a toda la Humanidad en su conjunto, no olvidarlo: varones y mujeres vamos camino al exterminio si seguimos por esta senda.

Las sociedades basadas en la explotación económica de una clase sobre otra, que hacen de la guerra de conquista (¿acaso alguna guerra no es de conquista?) una clave de su desarrollo, las sociedades militarizadas y con patrones autoritarios; en otros términos: prácticamente todas las sociedades que conocemos desde el surgimiento de la propiedad privada cuando nuestros ancestros llegaron a la agricultura y se hicieron sedentarios, todas siguen ese patrón machista. Por tanto, ese modelo dominante no sólo a las mujeres –las principales desposeídas, golpeadas y vejadas– sino a la totalidad del cuerpo social no le depara un mundo de rosas.

En todo caso, debe admitirse que cualquier varón, no importando su ubicación socio-económica ni adscripción étnica, se beneficia infinitamente más que cualquier mujer por el solo hecho de su estructura anatómica, que dado el contexto social le permite ser un "macho" con todas las prerrogativas concomitantes.

Para un mundo patriarcal, tal como el que sigue habiendo más allá de los primeros cambios que se empiezan a ver con una crítica a estos paradigmas, los varones ¿por qué querrían renunciar a esos privilegios? Eso implicaría comenzar a compartir cuotas de poder con el género femenino, y definitivamente nadie está dispuesto a ceder su sitial de honor. ¿Acaso algún cambio en las relaciones de poder en nuestra historia como especie fue pacífico alguna vez? Recordemos aquella sentencia citada más arriba, que ahora podrá dimensionarse más acabadamente después de todo lo dicho: "La violencia es la partera de la historia". Es decir: no hay cambios pacíficos.

La cuestión básica por la que se abre esta crítica no es sólo por el desarrollo de una nueva masculinidad no violenta que podría pretenderse más ¿civilizada?, más ¿"buena onda"? Bienvenida ella, por supuesto. Pero hay que ir más allá aún.

En todo caso, la apuesta es reemplazar esos patrones machistas, patriarcales, masculinizantes, por nuevas formas de concebir las relaciones humanas; o si se quiere decir de otra manera: para plantearnos una crítica a la forma en que nos vertebra el poder.

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* Marcelo Colussi. Analista político e investigador social, autor del libro Ensayos.

 

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