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La ciudad de Culiacán, el pasado jueves 17 de octubre - Foto: Foto: Especial

Tiempos Modernos: Culiacán

Según la hipótesis del autor, el secretario de Seguridad de López Obrador pretendió comerse solo el pastel y al final provocó un ridículo que podría considerarse histórico para el Ejército y la Marina, quienes ni siquiera estaban enterados

Por: Jaime Luis Brito, Visitas: 1440

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Lo ocurrido en Culiacán puede tener su origen en las pretenciones de un personaje por hacerse notar y colgarse medallas de éxito en el combate a los grupos de la delincuencia organizada. Las contradicciones en las versiones que nos dieron a conocer las autoridades ponen en el centro a un personaje que ha militó en las filas del Colosismo priísta, luego acompañó al inicio de su administración a Vicente Fox y finalmente se insertó en la Cuarta Transformación: Alfonso Durazo Montaño.

Este personaje que ocupa la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal, que representa el mando civil de la Guardia Nacional, parece que intentó colgarse él solo la medalla del “éxito” que podía representar la captura de Ovidio Guzmán López, uno de los hijos menores de Joaquín Guzmán, conocido mundialmente como El Chapo. Ovidio es buscado por el gobierno de Estados Unidos y ha solicitado oficialmente su extradición.

Así que las autoridades mexicanas se aprestaban, luego de obtener una orden de aprehensión, a capturar a este objetivo que es mediático por el lado que quieran. El operativo, según se sabe, lo realizarían miembros de la Guardia Nacional que fueron enviados, aunque ahora se sabe, sin la logística para lograr la “extracción” del objetivo. Los miembros de la Marina y el Ejército tienen experiencia amplia en este tipo de operativos.

En algunas de estas acciones hay balazos y enfrentamientos, en otros no. Lo ocurrido en Altitud en diciembre de 2009 cuando murió Arturo Beltrán Leyva, es un ejemplo de los primeros, las dos capturas de El Chapo, lo son de los segundos. Cuando ocurren nos enteramos, pero sólo horas después de que ocurrieron. Si hay enfrentamiento se sabe que puede haber víctimas, si no, simplemente se ven fotografías de los detenidos y ya.

Las contradicciones de Durazo Montaño iniciaron el jueves en la tarde cuando aseguró que no hubo operativo, que todo había iniciado cuando “casualmente” se habían topado con el hijo de El Chapo. No había tiempo de nada, se liberó al detenido para no causar más víctimas. Se entendía, no estaban preparados, no hubo tiempo de nada. En fin. Pero al día siguiente, le presidente Andrés Manuel López Obrador se salió del guión o nadie se lo explicó. Contradiciendo a su secretario, dijo que iban por Ovidio con orden de aprehensión y todo.

Más tarde, desde Sinaloa, el gabinete de Seguridad, encabezado por Durazo dijo y se contradijo. “Improvisación”, dijo varias veces el general secretario, aunque de inmediato corrigio cada uno de sus lapsus con una palabra menos políticamente incorrecta: “es decir, precipitación”. La primera viene de la incapacidad, la segunda de las ganas por cumplir las órdenes.

Durazo Montaño se quiso colgar la medalla pero hizo las cosas con mucha improvisación. La reacción del Cartel del Pacíficio fue tan fuerte que ha colocado al gabiente en una circunstancia bastante complicada. El mando civil de la Guardia Nacional ha fracasado, pero la responsabilidad de la falla ha sido trasladada socialmente al Ejército. No están contentos.

En los próximos días podría salir del gabinete Durazo, porque debe ser él quien asuma la responsabilidad de las fallas y los riesgos que corrieron no sólo los militares, particularmente miles de civiles. Ellos fueron los que llevaron a cabo un jueves a las 3 de la tarde un operativo con tantas fallas. No pueden simplemente venir luego a decir que tomaron decisiones para “salvar” a la gente.

Es un problema que ellos provocaron y luego “solucionaron” tratando de vendernos la idea de que son “diferentes” de que hay “un cambio”, cuando en el fondo, lo que se exhibió ese jueves por la tarde fue una serie de fallas, yerros y enmiendos que desde fuera se leen como un gran ridículo y exhiben una enorme impericia en un asunto tan delicado como la inseguridad.

Demás está decir que la explicación de que lo hicieron porque ellos son humanos y son diferentes a quines convirtieron el país en un cementerio es una falacia. Esa explicación es la racionalización de su propia estupidez. Y todo por las pretenciones de un personaje ansioso de triunfos y reconocimiento, que sabe de su fracaso demostrado con las cifras de aumento en los crímenes, particularmente en los asesinatos que han aumentado casi 4 por ciento en estos meses.

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