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Hoy es mi cumpleaños. No los fatigaré con el recuento de mi vida ni, parafraseando a Borges, "de los íntimos dones que no enumero". Sólo mencionaré a Diego mi hijo y a algunos libros que me han acompañado, nutrido, dado placer y hecho crecer. Prefiero un curriculum de lector que de encomiendas y oficios.

El primer libro que leí fue El principito, luego Marcelino, pan y vino. Al terminar, le pregunté a mi papá -don Raúl- con qué seguía y me señaló los 73 tomos de la colección Salgari. Me los eché y volví. Me dio Los tres mosqueteros, Veinte años después y El vizconde de Bragelonne. Caí redondito.

En mis veintes, cayó en mis manos El cuarteto de Alejandría, por recomendación de Sergio Romano en Canal 11. Enloquecí. Entré a Letras Francesas y allí conocí a Flaubert y a Marguerite Yourcenar, que me deslumbra con su sabiduría, no sólo literaria. Descubrí a Bulgakov, a Jorge Amado, a Canetti, a Karen Dinesen, a Musil, a Nabokov, a Proust, a Michel Tournier.

Libros, pero también maestros: Juan García Ponce, Alejandro Rossi, Ricardo Ancira, Hernán Lara Zavala, Dieter Rall, Luis Lesur. Dentro y fuera del aula. De literatura y de otros saberes.

Era y soy lector, ahora soy editor también. Allí está El tapiz del unicornio, que ha sido posible gracias a Antonio Martínez y a Palmira Mercadal, mis socios adorados.

Recibiré con humildad lo que la vida traiga para mí en este año personal. No sé lo que vendrá. Pero seguiré eligiendo qué leer, uno de los privilegios más placenteros de estar vivo.