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Estados Unidos está gobernado por un Ogro –que me recuerda una gran novela: El rey de los alisos, de Michel Tournier-.

Este extraño país –refinado en algunas facetas y bárbaro en otras- es la tierra donde nacieron Emerson, Whitman y Thoreau, que crearon un humanismo ecológico; de Herman Melville, el genial autor de Moby Dick; de Edgar Allan Poe, que describió la oscuridad con absoluta perfección y fue el inspirador de Baudelaire; de T.S. Eliot, el gran poeta traducido por José Emilio Pacheco y de Ezra Pound, que fue tratado, por su lucidez, como un loco.

Es la tierra también de Sinclair Lewis y su Calle mayor, de John dos Passos y su Manhattan Transfer; de William Faulkner –maestro de García Márquez y quizá de toda la literatura latinoamericana; de Philip Roth y su trilogía; de Carson McCullers, autora de una gran novela que tiene uno de los títulos más hermosos de la literatura: El corazón es un cazador solitario; de cuentistas feroces como Raymond Carver o John Cheever; de escritores defensores de los derechos humanos, como Harper Lee y su Matar a un ruiseñor. Recuerdo también a Gay Talese, el maestro del nuevo periodismo y a Truman Capote, que describió el horror.

Olvidémonos del Ogro y aprovechemos el 4 de julio para leer o releer a los grandes escritores norteamericanos, manantial fecundo.

* Director de la editorial El tapiz del Unicornio. Autor de 10 libros. Ganador en 2010 del Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas.