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Oliver Sacks y Lorna Wing, en imágenes de archivo - Foto: Foto: Especial

El camino de la vida: Más sobre el autismo/II

El auto reflexiona sobre el autismo precoz y el síndrome de Asperger o la psicopatía autista hacia los trastornos del espectro autista

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 1315

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Hasta prácticamente el año de 1970, en tratándose del Autismo Infantil Precoz, el único modelo reconocido para el explicar y diagnosticar éste era el propuesto en el año de 1943 por Leo Kanner. Tratándose de las explicaciones sugeridas por Hans Asperger (1944) y por Grunya Sujareva (1925), permanecieron ocultas y desconocidas hasta prácticamente 1980, más allá de los países que se encontraban tras la “cortina de hierro”; es decir, Europa del Este.

Tanto la propuesta de Kanner como los modelos surgidos de los diferentes enfoques psicoanalíticos colocaron este trastorno dentro del ámbito de las psicosis infantiles y, atribuyeron a la “crianza tóxica”, a las “madres congeladoras” o, también, a las “madres esquizofrenógenas”, la causalidad directa de tal trastorno.

A pesar del diferendo que con respecto a este último punto expresaron Bernard Rimland e Ivar Lovaas, la estrategia de atención se escindió en dos alternativas: o asilar de por vida en centros especializados a los pacientes con diagnóstico de psicosis infantil, bajo el supuesto de Kanner, o diseñar diversas estrategias psicoterapéuticas o de modificación de conducta para trasformar a los niños con el trastorno de Kanner o con Psicosis infantiles, para que puedan ser aceptados socialmente.

En el año de 1966, para ese entonces siendo un joven neurólogo, Oliver Wolf Sacks (1933-2015) comenzó a trabajar en un Hospital del Bronx Psychiatry Center; según describe Steve Silberman: “En el deprimente depósito para casos sin esperanza conocido como Ala 23 conoció a un par de gemelos idénticos llamados George y Charles Finn, a quienes habían diagnosticado como autistas, esquizofrénicos y retrasados mentales”. El propio Oliver W. Sacks, en su libro El Hombre que Confundió a su Mujer con un Sombrero (Muchnik editores, Barcelona, 1987, capítulo 23, Los Gemelos), expresa: “Los Gemelos que tenían por entonces 26 años, llevaban internados en instituciones desde los 7, diagnosticados diversamente como autistas, psicóticos o gravemente retardados. La mayoría de los informes llegaban a la conclusión de que, como sucede con los ‘sabios idiotas’, no había ‘nada especial en ellos’ (…) salvo su notable ‘memoria documental’ para los detalles visuales más nimios de su propia existencia y el uso que hacían de un algoritmo calendárico inconsciente que les permitía decir inmediatamente en qué día de la semana caía una fecha del futuro o el pasado lejanos”.

Prosigue Oliver Sacks: “Mi primera visión de los poderes ‘naturales’ y de la actuación ‘natural’ de los Gemelos se produjo de un modo similar, espontáneo (…) se cayó de su mesa una caja de cerillos y su contenido se esparció por el suelo: ‘111’, gritaron ambos simultáneamente; y luego, en un murmullo John dijo ‘37’. Michael repitió esto, John lo dijo por tercera vez y se paró. Conté los cerillos (me llevó un rato) y había 111.

--¿Cómo pueden contar los cerillos tan de prisa? –pregunté.

--Nosotros no contamos –dijeron— nosotros vimos los 111

(…)

—Y por qué murmuraron ustedes ‘37’ y lo repitieron tres veces— pregunté a los Gemelos

-- 37,37,37, 111—dijeron al unísono.

(…)

--¿Cómo hicieron ustedes eso? – dije, con cierta ansiedad.

Ellos indicaron (…) no lo hicimos nosotros, sólo los vimos en un relampagueo”.

(Pese a que los nombres dados por Silberman y Sacks no concuerdan, se refieren a los mismos personajes).

Este caso, y el de El Artista Autista, presentado también en El Hombre que Confundió a su Mujer con un Sombrero, además de sus capítulos Prodigios y Un Antropólogo en Marte, de su libro Un Antropólogo en Marte (Anagrama, Barcelona, 1997), condujeron a Sacks a cuestionar la tradición clínica que sustenta su enfoque en el uso de la palabra “déficit”, que indica un menoscabo, incapacidad o deterioro de una función neurológica. Dice Sacks: “Tenemos para todas estas disfunciones (otro término favorito) palabras negativas de todo género –afonía, afemia, afasia, alexia, apraxia, agnosia, amnesia, ataxia— una palabra para cada función mental o nerviosa específica de la que los pacientes, por enfermedad, lesión, o falta de desarrollo pueden verse privados parcial o totalmente”.

Lo mismo ocurría con la psiquiatría y, naturalmente, el Autismo Infantil Precoz o las Psicosis Infantiles.

Nuevamente Silberman manifiesta: “El diagnóstico y el cuidado de estos niños se veía muy dificultado por la confusión de etiquetas dispares que empleaban los distintos médicos. No estaba claro si debían clasificarse como casos del ‘Síndrome de Kanner’, la ‘Esquizofrenia infantil de Despert’, el ‘Trastorno de Apego Reactivo de Bowlby’, la ‘Psicosis Simbiótica de Margaret Mahler’ o ninguno de ellos (…) James Anthony resumió el absurdo en 1958: ‘el culto a los nombres añadió más caos a una situación de por si ya caótica, puesto que no parecían existir suficientes síntomas para diferenciar entre los distintos prospectos sin que se diera un alto grado de solapamiento’. Kanner admitió: ‘Parece que hemos llegado al punto en que un médico puede afirmar con honestidad: es esquizofrénico, porque de acuerdo a mí esquema así debo llamarlo, y otro clínico igual de honesto puede asegurar: no es esquizofrénico porque mi esquema no me permite catalogarlo así’”.

Con el propósito de deshacer este galimatías, la psiquiatra Laureta Bender (1897-1987) convocó a un grupo de trabajo para diseñar el conjunto de criterios estandarizados para el diagnóstico de lo que denominó “Síndrome Esquizofrénico en la Infancia”. Los criterios establecidos, fueron conocidos como los Nueve Puntos que, por lo demás, se alejaba significativamente del modelo de Leo Kanner; sin embargo, este modelo vino a introducir más que una solución al problema, mayor confusión.

Allende el mar, en Reino Unido, una psiquiatra de nombre Lorna Wing (1928-2014), madre de una niña con diagnóstico de “Autismo de Kanner” se dio a la tarea de constituir la Society for Psychotic Children, cuyo nombre se cambió por el de Autistic Children’s Aid Society of North London.

Para el año de 1962 se inaugura el centro educativo para tales menores y, (dato que probablemente el psicólogo René Santoveña no conocía, pero que se lo dedico) un ‘Cuarteto de Liverpool’ se apuntó para amenizar la fiesta. Los cuatro integrantes de la banda prometieron departir una hora, pero pasaron toda la tarde tocando y jugando con los muchachos. Según refiere Lorna Wing, John Lennon se tornó en uno de sus principales donantes.

Discrepando con la propuesta de Leo Kanner y concordando con la de Hans Asperger, Lorna Wing trató de resaltar una idea para ella fundamental, sugerida por el segundo; a saber: que el autismo infantil más que ser un síndrome único y con muy baja prevalencia se mostraba mejor como un continuum o como un espectro, que abarca desde niveles muy limitados hasta niveles que para Erich Shopler (1927-2006) se expresaban como un “Autismo de Alto Funcionamiento”.

Para demostrar ello, además de traducir del alemán al inglés el trabajo de 1944 de Hans Asperger, impulsó sendos estudios de prevalencia del autismo, tanto en Reino Unido como en algunos otros lugares de Europa, configurando a partir de éstos el concepto de Trastornos del Espectro Autista. (Continuará)

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